La importancia de la monarquía en una gran cantidad de naciones está referida a su historia, de manera directa, como patrón de unidad y fundamento de la perdurabilidad nacional. Así ha sido en el caso británico, belga y en los países escandinavos, siendo un ejemplo de institución que, de ninguna manera, atenta contra las instituciones democráticas, al contrario, las consolida y refuerza.
En el caso de España, particularmente, la monarquía es una heredad fundamental, no solo de unidad, sino también de reconciliación, de reflexión sobre la esencia unitaria de la nación española.
Este factor de armonía, entendimiento, mediación e incluso pacificación, que ha tenido la monarquía española, sin duda ha sido un proceso no exento de muchas dificultades históricas, incluso de contradicciones.
La monarquía ha sido capaz de adaptarse a una gran cantidad de momentos y, de modo simultáneo, ante las dificultades que ha atravesado la nación, ha respondido siempre del modo más mesurado, sobrio y cabal que ha sido posible.
En este orden de cosas, la monarquía es garantía de estabilidad y de buen gobierno, de serenidad en las instituciones y de cumplimiento de los derechos de los ciudadanos.
Así lo reconocen los españoles hasta el momento, al menos una buena parte de ellos, que la monarquía no es, de ninguna manera, un enemigo de la sociedad o un patrón absolutamente abusivo de concentración de poder.
Al contrario, es símbolo de la posibilidad de reunirse, de convivir y realizar entre todos las metas que una sociedad, madura, alcanza a lograr. Al mismo tiempo que abraza su historia y reconoce que proviene de pactos del pasado que no vale la pena romper. Por el contrario, está más o menos establecido y reconocido que es garantía de que toda esa riqueza histórica se conserve y siga existiendo de modo pleno, fluido y razonable.
En este orden de cosas, la visita de la reina Letizia a Paraguay muestra, muy a las
claras, cómo la monarquía está muy pendiente de todos aquellos influjos culturales
que, en el caso particular de España, afectan a más de 500 millones de personas en más
de 25 naciones.
A pesar de que esas naciones sean independientes, los vínculos con España son eternos, y la monarquía los representa de un modo muy cabal, sobrio y grácil.
