Muchas veces el arte tiene el poder de enseñarnos grandes lecciones y también, misteriosamente, de salvarnos de momentos muy oscuros. La música, por ejemplo, tiene el poder de cambiar la emoción y la energía de las personas, y otorgarlas uno de los dones más necesarios para la vida: la esperanza.
Hay una canción del cantautor italiano Tiziano Ferro -Il regalo più grande que nos recuerda cuál es el presente más importante que podemos recibir en vida. El texto hace referencia a una historia de amor entre un hombre y una mujer.
A un cierto punto de la relación, se plantean el reto de hacer el regalo más grande a la persona que amas, no un regalo cualquiera, no uno de esos que “abres y dejas abierto, de esos que te olvidas en un tren o nunca has aceptado, tampoco uno de esos que abres y no lloras de emoción y alegría”. Tiene que ser especial, verdaderamente, el más grande de todos.
Toda la canción es inspiradora, pero quiero destacar la parte donde la letra dice lo siguiente: “Quiero regalar a la luna tu sonrisa, para que, de noche, quien la mire pueda pensar en ti… no importa lo que diga la gente, porque tu me has protegido con tus celos”.
Se trata de una canción poética, que reconoce el valor de la presencia, que, cuando la persona que amas está presente, siempre es llegada y nunca salida. Aunque toda la tradición y medio mundo te pague o reciba con la incomprensión, si él, si ella está, hay esperanza.
Con esta perspectiva observo la llegada de Su Majestad la reina Letizia al Paraguay: el regalo más grande que puede hacernos es y será siempre su presencia. No es un viaje común, aunque así lo quieran ver algunos, por el hecho de tratarse de un evento relacionado con la cooperación internacional.
El viaje tiene un significado mucho mayor. He sido testigo de ello desde el día que se hizo oficial la noticia de su viaje. Tantas personas, tan diferentes, me han preguntado en los últimos días si sabía algo de su agenda: cuándo llega, cuánto tiempo estará, si hay previsto algún encuentro con la comunidad española…¡¿qué podemos hacer para ver a la reina?!
El valor de la presencia se descubre con el touching, con la cercanía física y emocional, por lo general a través de las personas con las que nos relacionamos. La presencia necesita una actitud de descubrimiento, de comienzo constante, y tiene un poder casi mágico, cuando hay apertura en el corazón y ausencia de prejuicios en la mente.
Tanto monárquicos como republicanos pueden encontrar en la presencia de la reina el valor de una herencia común, de respeto y honda admiración, junto al propósito de superar juntos los retos, dificultades y contradicciones que la historia y el presente nos muestra. Se necesita más valor e inteligencia para unir que para dividir.
Para los que formamos parte de una generación que vive en una profunda ignorancia de la historia, no es fácil considerar la trascendencia de la visita de la reina Letizia para el Paraguay.
A los que nunca tuvieron maestros que enseñaran, por ejemplo, la diferencia entre ser Felipe II o Felipe V, y, si te descuidas Felipe VI, o el papel fundamental que tuvo Juan Carlos I en la España contemporánea, hay un criterio que nunca falla para valorar a una persona: “Por sus frutos, le conocerás”.
El mencionado proverbio popular de origen bíblico nos invita a juzgar a alguien por su obra. Y en el conjunto de las creaciones más significativas y trascendentales de una persona, destaca especialmente la educación de los hijos. En este orden de ideas, todo padre o madre que habita en este planeta reconocerá, en el comportamiento, en la mirada y en la sonrisa de la princesa Leonor y la infanta Sofía, la huella de una gran madre.
Cualquier ser humano que, sin prejuicios, haya visto la evolución tan positiva de Su Majestad El Rey Felipe VI, podrá deducir la “presencia” de una gran reina.