El domingo terminé de leer otra novela. Desde hace un buen tiempo que tenía entre mis pendientes conocer más de la literatura latinoamericana. Ya leí a García Márquez, Vargas Llosa y Cortazar, conocí la narrativa de Onetti, Carlos Fuentes y Galeano, pero sabía que me faltaba algo. ¡No había leído a ninguna sóla mujer!, fue entonces que empecé a investigar e hice mi lista: Sor Juana Inés de la Cruz, Isabel Allende y Gabriela Mistral serían las elegidas para comenzar.
La Casa de los Espíritus y Paula llegaron en un paquete de Amazon a mi casa hace unos meses (sí, soy de las que prefiere leer el libro físico, oler la tinta en el papel y sentir su textura en las yemas de los dedos). El primer libro me lo devoré en dos semanas, no podía parar, necesitaba saber más de la familia Trueba y todos los secretos que escondían en su casa de “Tres Marías”. Paula me conmovió hasta el alma y llegó en un momento personal donde necesitaba tanto conectar con mujeres y sentir la verdadera empatía, la sororidad real y la conexión legítima femenina. Isabel Allende me atrapó con su historia de vida y la tristeza me embargó cuando leí la última página de aquel libro. ¿Cómo es que un libro y una escritora pueden lograr esa cercanía?. Fue entonces que entendí que la literatura no es sólo entretenimiento, es historia real entrelazada con ficción, es fundamental para pensar con criterio y criticar con perspectiva. Es un espejo, un reflejo de lo que somos y el momento que estamos viviendo.
La lectura siempre ha sido parte de mi vida, creo que por el ejemplo que ví en mi hogar más que por obligación, fue que adopté esa rutina fascinante de perderme en historias de suspenso, intrigas y romances. Lo mío, lo mío son las novelas. Esas donde puedo imaginar cada situación o personaje, donde me pierdo completamente de la realidad y puedo dar rienda suelta al ingenio de mi cerebro empujándolo a volar por distintos universos.
Leer educa y amplía nuestro horizonte mental. Leer extiende nuestro vocabulario y agudiza nuestros sentidos. Leer nos ayuda a desarrollar un pensamiento crítico y a vivir la historia desde distintos ángulos; la del escritor y la propia. Leer ha sido para mi una salvación en tiempos de tristeza, una compañía en tiempos de soledad y un motivo de conversación con conocidos o extraños. Si bien he leído un puñado de libros, siento que nunca es suficiente. La adicción y las ganas de perderme en palabras, frases y capítulos hoy son una necesidad.
Leer me ha ayudado a escribir mejor, a desarrollar ideas con palabras nuevas y a esbozar textos como estos donde puedo compartir vivencias. Porque la lectura y la escritura son acciones complementarias; decir una es decir la otra. Ya sea por obligación o por convicción, por necesidad o por placer, leer nos hace libres y pensantes, dos factores fundamentales para progresar como sociedad. Es una rutina y un deleite constante, altamente recomendable y formidablemente gratificante.