martes, diciembre 2

El peso del conocimiento/ Félix Giménez

En estos tiempos de hoy, donde la información fluye sin cesar, el conocimiento
se ha vuelto un bien tan valioso como igual de abrumador. Saber más ya no es
solo una ventaja competitiva, sino una carga que requiere tanto de
responsabilidad como de criterio.

Se dice que el conocimiento ilumina, pero se omite que también pesa. Quien
sabe, no puede fingir ignorancia. Quien comprende, no puede darse el lujo de
mirar hacia otro lado. Esta carga se manifiesta en dilemas éticos, en el deber
de compartir lo aprendido, y en la constante tensión entre lo que se sabe y lo
que puede ocurrir con ello.

Aparte, el conocimiento no siempre es liberador. A veces lo encierra a uno, lo
aísla, únicamente genera ansiedad. Saber demasiado puede llevar a la
parálisis por análisis, a la desconfianza, al cinismo y por ende al nihilismo. Por
eso, el conocimiento no es directamente sinónimo de sabiduría.

No estoy diciendo que debamos de renunciar a los distintos saberes, sino más
bien tenemos que aprender a encontrar un equilibrio. A compartir lo necesario,
a convertirlo en motor de cambio y no en carga solitaria. Porque el verdadero
valor del conocimiento no está en acumularlo, sino en transformarlo en acción
consciente. Y eso, aunque pese, es lo que nos hace verdaderamente humanos.