Los grandes deseos de cambios han naufragado en el Paraguay de manera reiterada en los últimos comicios y han demostrado que le gente a pesar de las evidencias, en términos de pobreza e inseguridad y otras cuestiones que nos cobran en términos sociales la realidad, no hay mucho deseo de cambiar a los protagonistas de esta realidad.
Por el contrario, el voto ha sido mayoritario para que continúen los mismos administradores como si hubieran sido exitosos a lo largo de estos 70 años. La gente está contenta diría el electo, ¿porque tendríamos que hacer grandes cambios?.
Está feliz con el maltrato en los hospitales públicos, en el IPS, en la baja calidad educativa que tenemos, la poca inversión casi “suicida” que realizamos, ya ni hablar de los niveles de inseguridad en el que mucha gente vive a duras penas su realidad cotidiana.
Lo concreto y cierto es que el pueblo paraguayo está muy contento, pareciera, con la realidad que le toca vivir y no quiere cambiar. Si es así, lo único que quiera como mandato de democracia es escuchar la voz del soberano y en la medida de lo posible seguir construyendo en el imaginario de la gente que hay cosas como la educación, la salud y la inseguridad que deben ser parte de una agenda nacional que nos permitirá vivir mucho mejor de lo que estamos en la actualidad.