Girona, una de las tres provincias catalanas, es el corazón del sentimiento y resentimiento catalán. Al igual que uno de sus hijos, Puigdemont proclamó su independencia en el 2017. Aquí todos hablan de manera orgullosa e imperativa el idioma catalán como una clara expresión de soberanía.
La misma que exhiben orgullosamente con la estrella de fondo azul en uno de sus costados. Parecida a la de Cuba dónde sus hijos derrotados de la guerra civil (1936 al 39) tuvieron que buscar refugio. Ahí de esa isla del Caribe vinieron las primeras articulaciones para reclamar su independencia del Reino de España y su contestación inicial largo régimen de Franco La centralidad de Madrid, la tozudez de la clase política refractaria a conceder proporcionalidad a sus aportes al país y la abierta confrontación cultural entre el globalismo y el nacionalismo terminaron. Por completar este explosivo cocktail.
Francés García, un guía y piloto de globos aerostáticos es un catalán de padres vascos. «El 50% quiere la independencia, el 30% no y el 20% restante le da igual». Así explica las tensiones al interior de una provincia de 7 millones y medio de habitantes dónde más de la mitad vive en Barcelona y el resto en Girona, Tarragona y Lleida.
Un referéndum independ.