La ola de desajustes emocionales está al acecho
Según los geriatras que siguen con detenimiento la evolución de individuos de la tercera edad en época de pandemia y confinamiento, es altamente probable que estas personas estén envejeciendo tres años en uno. Los fundamentos de semejante diagnóstico parten del denominado “estrés pandémico” que engloba una multiplicidad de factores desencadenantes de los procesos de envejecimiento.
La edad avanzada no siempre implica la pérdida de proyectos de vida. Aunque el factor limitante por naturaleza, el físico, impone un cambio de ritmo de vida, muchas personas por encima de los 65 y 70 años mantienen intacto su vigor mental que deben necesariamente canalizar hacia algún tipo de actividad intelectual o de lo que algunos llaman “ocio fecundo”. Esta inversión de energía creativa puede quedar coartada si se cortan vínculos y las personas son reducidas al aislamiento.
Para la gente de edad avanzada, el peor de los daños tal vez sea el generado por el bloqueo de los lazos familiares, en especial para los adultos mayores que han elegido vivir separados de hijos y nietos. Ninguna llamada telefónica, whatsapp o cualquiera de las otras formas que brindan las tecnologías de la comunicación pueden reemplazar el abrazo, la cercanía física en suma, que es el mayor patrimonio emocional al que pueden aspirar personas en la última etapa de su vida.
Todos esos componentes del estrés pandémico conforman un coctel demasiado fuerte para cualquiera, en especial adultos de la tercera edad. A eso hay que agregar las llamadas “enfermedades preexistentes” como la hipertensión, la diabetes, la obesidad así como los tratamientos de diálisis e inmunosupresión, todos factores de riesgo que disminuyen notablemente el umbral de inmunidad. En semejante terreno, la irrupción del virus chino puede llegar a tener consecuencias devastadoras.
El estrés pandémico impacta no sólo a adultos mayores. Sus efectos alcanzan a individuos de cualquier edad aunque con diversas intensidades de daño. Los especialistas auguran una pesada tarea para el futuro inmediato tratando el aluvión de derivaciones que habrá de generarse especialmente en niños y adolescentes que debieron interrumpir vínculos escolares y alejarse de los amigos. Todo un desafío mayor para la salud pública, sobre todo, porque debajo de una apariencia de normalidad se está formando una tormenta emocional de alcances impredecibles.