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Educar o engañar

El educar consiste en desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectivas de una persona de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenece. Todo estudiante o responsable de los mismos espera tener conocimientos sirvan bien  para la vida del aprendiz y su entorno.

Uno que dada las condiciones elevadas de distracción que se dan en las aulas no tiene completa seguridad de tener calidad en lo que ofrezca un egresado de universidad o centro de formación relacionado a cursos que den conocimientos para que sean aplicados. Encontrar soluciones desde problemas con la plomería y electricidad de la casa hasta temas más complejos que respondan a demandas de partidos políticos, industrias y hasta gobiernos. Todo esto es resultado de la educación que ahora está en crisis.

Desde España se eleva un testimonio sincero de un educador, profesor en Granada  quien dice que se “dedica más  a engañar, y  no a enseñar”. Esto lo afirma porque al terminar sus clases puede identificar más las marcas de los dispositivos utilizados por sus alumnos desconcentrados  detrás de los teléfonos limitan  servir realmente para ser y/o  hacer inteligente al usuario al menos eso es lo que describe este maestro universitario andaluz. 

Que por lo leído en la historia expuesta en la red  que también dice que evidentemente una clase es más aburrida que un video de influencers de Tik Tok y cualquier contenido expuesto en cualquier red social. La abrumadora sinceridad de Daniel Arias Aranda, catedrático del departamento de Organización de Empresas de la Universidad de Granada (UGR), ha provocado un encendido debate en las redes sociales.

Atención dispersa

El profesor ha escrito una misiva en la red social Linkedin en la que reflexiona sobre la baja calidad y de exigencia que existe en la educación actual, algo que debe cambiar si deseamos tener alumnos, maestros, instituciones y familias satisfechas por el contenido de las mentes de los educandos que evaluando su comportamiento en el presente en el momento en que debe estar estudiando, aprendiendo y respondiendo cuestionamientos del educador que busca así confirmar si lo enseñado ha arribado a puerto seguro o se ha perdido en el “vasto imperio de internet” cómo cataloga a la red que tiene el poder suficiente para tomar la atención de estudiantes y profesores. Atrapar la atención de los estudiantes ha pasado a ser una tragedia educativa reiterada.  

El fin de la educación  pretende sobre todo indicar las herramientas y métodos suficientes para no terminar fallando, errando o tirando al tacho cualquier esfuerzo que salga de la mente o cualquier esfuerzo físico, que también  trabaja con el entendimiento para llegar a sus objetivos.

Esta experiencia de “educar” que ha tenido el profesor español me trae al Paraguay, lo que me lleva a estudiar y acercarme lo más posible al estado en que se encontrarían nuestras aulas y la urgencia que tendrían algunos profesores de tener la atención de alumnos concentrados más en sus pantallas que en la lección impartida por el docente. En algunos casos también puede distraerse con mensajes o llamadas que resultan ser más importantes que sus clases.

La frase del catedrático granadino de que les está engañando a sus estudiantes cuando fracasa en su capacidad de educar es una muestra patética de un grave problema para el que no parezca que surjan soluciones claras y contundentes. Es un drama. 

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