Hay que reconocer que gran parte de nuestros sistemas educativos a nivel mundial,
son solo reliquias de otras épocas, diseñados para la estandarización y obediencia
típica de la revolución industrial. Se sigue teniendo como prioridad la memorización de
datos por sobre el desarrollo del pensamiento crítico y la capacidad de solucionar de
forma creativa algunos problemas. Los colegios siguen con currículos inflexibles que
continúan un modelo de fábrica que la inteligencia artificial ha vuelto obsoleto.
Actualmente, nos encontramos en la cuarta revolución industrial, una de cambios
acelerados donde la incertidumbre es la norma. Aun así, la educación sigue estancada
en la lógica de la supuesta estabilidad del mercado laboral y las carreras lineales
clásicas. Esta desconexión entre la realidad del mundo y lo que se hace en las aulas,
crea una brecha de habilidades muy peligrosa. La gente se gradúa con títulos que
prometen un futuro que no es seguro.
La crisis no es acerca de los conocimientos, sino de adaptabilidad. Es urgente un
modelo educativo que enseñe a aprender, desaprender y reaprender de forma
constante. Se debe de fomentar la resiliencia, el trabajo en equipo y la inteligencia
emocional para avanzar sobre lo desconocido. Hacer de la tecnología una herramienta
aliada para crear, no para consumir de forma pasiva la información. El objetivo no
debe ser saberlo todo, sino cómo enfrentar el futuro.
Una verdadera reforma educativa no puede ser solo un bonito eslogan, debe ser una
prioridad absoluta para el país y el mundo. Debemos tener el valor para saber
desmantelar lo que no sirve y readaptar lo que podría funcionar. El futuro no es un
destino que se encuentre a la vista, sino uno que podemos crear teniendo las
herramientas correctas.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion o intereses particulares
