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Dramas, sainetes y tragedias

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En el Congreso, de todo como en botica

Por Cristian Nielsen

El bochorno protagonizado por el diputado alto paranaense quedando en cueros en plena sesión de la cámara tiene una sola faceta original: ser el ridículo más grande en la historia del Congreso como poder legislativo. Por lo demás, oscila entre la ordinariez y la chabacanería más trepidantes.
Sin embargo, no es que este integrante del trípode del poder haya estado exento de momentos en que el drama, la tragedia o el sainete se apoderaron de la rutina parlamentaria.
Durante la dictadura estronista -1.954-1.989- se registraron episodios que transitaron todos los géneros teatrales citados. Podría decirse, salvando las distancias y citando a Carlos Marx, que «la historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como farsa».
No sé si los episodios que voy a relatar alcanzaron esa magnitud, pero de todas maneras en su momento produjeron un impacto muy circunscrito al recinto parlamentario, pues la prensa, en esos días, era casi ciega y por completo muda.

ENCENDIDO DISCURSO – Un par de años antes de que estallara la que se conoce como “Pascua Dolorosa”, la persecución y liquidación de las denominadas “Ligas Agrarias Cristianas”, hubo un encendido debate en el Senado sobre el tema en general y sobre el papel en particular de un cura español, el padre José Luis Caravias, que se había convertido en asesor nacional de esas organizaciones. Según él mismo contaría muchos años más tarde en su blog, «en mayo del 72, un piquete policial me secuestró y violentamente me arrojó en una calle de Clorinda, sin ropa, sin dinero y sin documentos». La denuncia partió de la oposición que integraban figuras como Efraim Cardozo, Carlos Levi Ruffinelli, Enzo Doldán, Rafael Eladio Velázquez y otros nombres pesados del liberalismo. Los discursos estuvieron pletóricos de términos gruesos contra la dictadura, la policía política, la persecución de los campesinos y los presos políticos que llenaban las mazmorras de Investigaciones.
En determinado momento, Ezequiel González Alsina, líder del bloque colorado que acaparaba el 67 por ciento de las bancas, se paró sobre su sillón y volviéndose hacia sus colegas, de espaldas a la presidencia, se embarcó en un encendido discurso contra el “curita subversivo” que estaba “envenenando la mente de sencillos campesinos a quienes volvía contra su propio pueblo”, etc. González Alsina, quien además de abogado y catedrático era escritor, periodista y dramaturgo, tenía un gran dominio de la oratoria. Pero ese día se excedió a sí mismo y por momentos, su apologética de la paz y el progreso con Stroessner rayó el sainete.

DIPUTADO KARATE DO – Nunca supe si era cierto pero se decía en aquellos días -años ’70- que Luis María “Lilo” Argaña era karateca cinturón negro. Como quiera que sea, Argaña lideraba el bloque colorado de la Cámara de Diputados que, al igual que su cámara hermana de Senadores, acaparaba el 67 por ciento de las bancas.
Los lenguaraces afirmaban, cuando el Congreso funcionaba en el viejo edificio del Cabildo, que había una contradicción: la “cámara alta” o Senado, funcionaba en la planta baja mientras que la “cámara baja”, Diputados, sesionaba en la planta alta.

Un día, mientras se trataba un tema cualquiera, se generó un entredicho verbal en el que se vieron envueltos Argaña y Fernando Levi Ruffinelli, figura relevante del liberalismo a secas que algunos habían rebautizado “leviralismo”.
Levi era dueño de un lenguaje punzante y tenía la particularidad de hallar contradicciones en donde nadie las veía. Era muy difícil sacarlo de sus casillas y las respuestas le brotaban en forma instantánea y mordaz. Esa mañana, Argaña pareció llegar al límite de su tolerancia y dando un salto casi felino –según relataron testigos presenciales ya que la televisión parlamentaria no existía en aquellos días-, cayó sobre Levi alcanzando a aplicarle algunos de los golpes típicos de las artes marciales. No recuerdo si la sesión se suspendió o si siguió su curso, pero el episodio quedó en la memoria no escrita de aquellos días en que la opinión pública era silenciada y se refugiaba en el indestructible radio so’ó.

“HAY QUE CASTIGARLO” – Del siguiente episodio recuerdo sólo a uno de los protagonistas. Algo había ocurrido en una sesión plenaria del Senado en donde ocupaba su banca, en nombre del Partido Liberal, el Dr. Enzo Doldán, de profesión abogado. Doldán se destacaba por su muy poblado bigote y su temperamento apacible y poco dado a las intervenciones espectaculares, que sí practicaban algunos de sus correligionarios.
Doldán había abandonado el recinto parlamentario anunciando su propósito de corregir –en realidad, usó la palabra “castigar”- la conducta verbal impropia de uno de sus colegas que le había faltado al respeto. Nadie hizo caso de aquel inquietante pronóstico.
Pero al día siguiente, el senador volvió al Congreso armado de un revolver calibre 38 dispuesto a cobrarse la ofensa que, según él, era merecedora de un “castigo ejemplar”. El episodio estuvo a punto de materializarse porque al llegar frente al ofensor, Doldán levantó el revólver ya amartillado, apuntó y cuando la sorprendida concurrencia temía lo peor, un policía de guardia logró bloquear con un dedo el percutor del arma. El episodio terminó con dedo machucado y un Doldán enfurecido al ver frustrado su propósito.
La historia, recordando el aforismo de Marx, estuvo a punto de repetirse, esa vez como final de opereta italiana.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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