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Despotismo naciente

Esta época en la que vivimos  ha hecho que surjan no sólo estética o físicamente  nuevas formas de presentarnos como  el incómodo uso de barbijos y otros elementos que nos protegen así cómo el control por el cual pasa el ser humano para corroborar su inmunización. Pero hay algo más que todo eso que se ve. Hay mucho que no vemos pero tiene un alto impacto en nuestras vidas.

Antes lo más reciente en tecnología venía de los EEUU, ahora cambió el origen y fue a oriente del planeta donde según información al principio de la pandemia se decía que en China empezó esta tragedia global. En este mismo país se está dando una experiencia tecnológicamente dictatorial, donde a través del uso de herramientas diseñadas y construidas para el control de personas con cuadro febril con anteojos que pueden leer la temperatura del cuerpo de personas en una habitación y otros datos mas que vuelven al “gran hermano” es un relato real y no de ciencia ficción.

Ya es sabido que la carne o corte de ganancia real del mundo virtual está en el manejo de la información o datos que subimos a la red, de allí se hace famosa la imagen del hacker, o ladrón de datos que hizo necesario la creación y uso de la ciberseguridad que hoy día aunque parezca increíble también en Paraguay con los padrones colorados  se encuentra en desarrollo luego del primer hackeo en 1903 cuando Nevil Maskelyne interceptó la primera transmisión de telégrafo inalámbrico, mostrando las vulnerabilidades de este sistema desarrollado por Marconi.

Espías de nosotros mismos
De allí quizá empiece la noción y uso de cuidar más la información de un tema y ahora de millones de navegadores que todo el tiempo subimos fotos, videos, texto y hasta nuestra ubicación a la red que hemos logrado convertirla con nuestra actitud libertina y de ser espías de nosotros mismos  en una nueva dictadura que controla desde nuestra forma de vestir, comprar, deseos de viaje y hasta de pensar. Lo cierto es que nos estamos resignando de bastante buen grado a la invasión galopante de la tecnología digital y al rastreo de nuestra vida íntima y profesional.

De nuestras conversaciones y opciones políticas saben más otros que nosotros mismos Es peligroso  dar acceso a información que no es ni debería ser pública y que cedemos a instituciones que deben tener un cuidado extremo por dicha información no solo por pertenecernos sino que al vivir en democracia todos estamos y debemos sentirnos protegidos al ceder nuestros datos confiados que serán usados para lo promovido y que finalmente están más expuestos que mercadería en la calle. Este es un tema crucial para los tiempos que vivimos. Los datos se han convertido en un elemento que tiene más valor que el oro o los diamantes de ahí que hay nuevas profesiones como “el minero de datos”.

Graves riesgos
En pandemia nos toca entender el límite racional de ceder información ya sea de manera de diversión, académica o profesional que tienen los siguientes riesgos;

-Tratamiento de la información por terceros. Páginas web. Redes sociales. Correo electrónico. Compras online.

– Suplantación de identidad en internet y otros peligros. Phishing. Spam. Virus. Ciberacoso. Sexting.
– Mal uso de las tecnologías digitales.
– Robo o pérdida de dispositivos.

Es fundamental entender el importante valor que tiene el dar información de edad, sexo, estudios, trabajo, datos familiares y hasta de preferencia política por todo lo que puede significar hoy día en que la mutación es algo normal en casi todo desde la forma de trabajar, saludar, viajar y hasta de vivir en la casa.

A la amenaza del virus y la lucha contra su propagación están impulsando transformaciones de calado en los comportamientos personales, en las dinámicas familiares, en las relaciones sociales, en los modos de producción, en las formas y los tiempos de trabajo… y en la política, también, lo que exige un control importante para evitar que se nos vaya de las manos luego de las elecciones que están cerca.

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