Hasta ahora veníamos haciendo bien las cosas. Los resultados saltan a la vista. Este fin de semana pasado acumulábamos 838 casos confirmados con 11 fallecimientos, una tasa de algo más de 1,3% de letalidad. Uruguay, con la mitad de la población del Paraguay, tenía 812 casos confirmados y 20 fallecimientos, lo cual duplica la casuística paraguaya en infectados y la cuadruplica en letalidad. Aún siendo números muy sujetos a la evolución propia de la pandemia, el Paraguay está mostrando un comportamiento muy positivo en el control de la pandemia, con la diferencia por parte de Uruguay que allí no hay cuarentena y todo se basa en la conducta responsable de sus habitantes, un factor para nada menor.
Ahora bien, hasta dónde soporta la línea de autodisciplina cuando la curva de la necesidad empieza a perforarla. Hoy pasamos a la segunda fase de la cuarentena con la flexibilización de algunas actividades entre las cuales no están incluidos los restaurantes, que ya están llegando al límite de su resistencia. Por eso desde hoy lunes 25, algunos locales volverán a la actividad en abierto desafío a la cuarentena.
En Uruguay, por ejemplo, la gente pudo ir desde un comienzo a retirar comida a locales gastronómicos aunque no sentarse a la mesa. El sistema “carry out” complementó el envío a domicilio y las cadenas soportan bastante bien este delicado equilibrio.
El Ministerio de Salud trabaja sobre el filo de la navaja, en base a indicadores muy precisos pero que no lo empujan a tomar decisiones apresuradas cediendo a la presión constante de muchos sectores de la economía. El ministerio reporta una ocupación de sólo el 15% de camas hospitalarias y el 12,9% de las unidades de terapia intensiva. Las consultas por cuadros respiratorios cayeron drásticamente –en 2019 eran diez veces más a esta altura del año- y los llamados al teléfono de emergencia también cedieron mucho, siendo el 50% consultas por síntomas de otras enfermedades.
¿Es para entusiasmarse y pensar que lo peor ya pasó? Los expertos dicen que no y ante una pandemia real y concreta, lo peor que puede se puede hacer es dejarse arrastrar por el entusiasmo, vecino inmediato de la imprudencia.
Aunque algunos nudos de la malla amenazan soltarse, la prudencia se impone. Vamos bien, y si actuamos con sensatez, nos irá mejor.