Gobernar no es para cualquiera. Lo estamos comprobando de la peor manera, pagando las chapucerías con la vida de paraguayos que mueren en los hospitales, atestando pasillos convertidos en salas de terapia intensiva, sin siquiera la esperanza de que una vacuna pueda venir en su ayuda antes de que el Covid se los lleve.
Sin embargo, año tras año, periodo tras periodo, elevamos a los altares de la República a verdaderas camadas de inútiles que lo único que saben es improvisar, alimentar familiares con cargos públicos y apandillarse para saquear el tesoro del Estado.
Vamos a seguir perdiendo el tiempo maldiciendo a estos gobernantes fracasados si antes, como sociedad, no somos capaces de reflexionar y revisar lo que estamos haciendo.
Algo es irrefutable, porque está a la vista. Los partidos políticos han desaparecido como órganos de intermediación entre el ciudadano y el gobierno de la República. Los partidos políticos se han convertido en un fin en si mismos, en una suerte de búsqueda del tesoro que se reparten entre claques de camanduleros que simulan elecciones internas para apropiarse de la máquina de producir candidaturas para el sistema electoral. Una vez capturado el directorio o la junta de gobierno, lo demás es coser y cantar. Basta un escribiente a mano para que la Hermandad de la Costa digite la lista de los que van a acomodarse después de ganar la elección, o perderla pero manteniendo cupos en el Gobierno después de pactar con el adversario: si se puede, un ministerio, la defensoría, algún ministrito de la Corte o de la justicia electoral, la contraloría, un par de jueces aquí y allá, etc. Por supuesto que las grandes vacas lecheras (aduanas, la SET y otras fabricas de plata) son botín para el ganador. Eso no se negocia.
¿Exageraciones? ¿De qué otra manera se puede explicar que mientras este gobierno dormía velando el tesoro como mastines, otros gobiernos en serio preparaban a tiempo la estrategia contra el virus?
No hay explicación porque estamos en manos de improvisados e incompetentes, que ante la ira popular sólo saben encerrarse en sus cascarones y soltar los perros de la guerra contra la furia popular.
No podemos seguir lamentando hasta el infinito nuestro propio abandono complice que permite este desfile interminable de ineptos, torpes y cleptócratas en el manejo del país.
¿Cuándo vamos a despertar? ¿Qué esperamos para cambiar?