Super demanda eléctrica, sueño de empresas privadas
La superdemanda estacional provocada por el verano y las altas temperaturas es abordada por la ANDE como una situación anómala frente a la cual reacciona exigiendo al consumidor mayor moderación en el uso de acondicionadores de aire y otros artefactos eléctricos proveedores de confort. Este es el típico comportamiento de una empresa pública: pasar la culpa de los cortes de energía a los consumidores. Como al empleado público le da lo mismo cinco que diez o veinte, él no ve en una crisis ninguna oportunidad, como sí la vería cualquier empresa privada fabricante o proveedora de bienes y servicios.
Todo empresario privado sueña con verse en la situación de que lo que produce no alcanza para satisfacer la demanda. En lugar de un problema -como lo es para la ANDE-, el empresario lo ve como un patrimonio sobre el cual fundar más inversiones que le permitan expandirse. Es una situación ideal de mercado que estimula la creatividad del inversionista y lo impulsa a ir por nuevas metas.
Para que este paradigma se dé en el sector eléctrico paraguayo primero habría que salir de la edad media energética. Hace falta una nueva legislación y, además, la creación del ente regulador que permita el desarrollo de un verdadero mercado eléctrico. Dice la doctrina al respecto: “La regulación, al igual que la política fiscal y monetaria, es una de las principales herramientas con las que cuentan los gobiernos para afectar las decisiones de los agentes económicos” (CEPAL, Santiago de Chile, 1994).
He ahí la madre de todas las batallas, crear el ente regulador de energía. ¿Qué aseguraría un organismo de semejante naturaleza? Citaremos solo dos de sus muchas funciones: a) Proteger adecuadamente los derechos de los usuarios. b) Promover la competitividad de los mercados de producción y demanda de electricidad y alentar inversiones para asegurar el suministro a largo plazo. ¿Se entiende, verdad? Control, eficiencia y competitividad, todo aquello de lo que carece la ANDE, un paquidermo estatal lleno de supernumerarios, dando palos de ciego frente a una demanda que se multiplica.
Los sindicatos le temen a este esquema. Y hacen bien porque lo primero que busca una empresa que compite en un mercado abierto es desprenderse de la grasa sobrante. Y la ANDE tiene demasiada.
Cuestión de decidir: entramos al siglo XXI o seguimos en la Edad Media.
