Cada 12 de junio se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una fecha impulsada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para visibilizar y erradicar todas las formas de trabajo infantil que vulneran los derechos de niñas, niños y adolescentes e impiden que puedan desarrollarse plenamente.
En Paraguay, una de las formas más extendidas, naturalizadas y peligrosamente invisibilizadas de trabajo infantil es el criadazgo. Esta práctica consiste en el traslado de niñas, niños o adolescentes —generalmente provenientes de zonas rurales o en situación de pobreza— a casas de terceros, para realizar trabajo doméstico a cambio de alojamiento, comida, o en algunos casos, educación.
Aunque muchas veces se percibe como un «acto de ayuda» o una «costumbre cultural», el criadazgo constituye una forma de trabajo infantil prohibida por ley, incluso en el caso de adolescentes, ya que el trabajo doméstico en casas particulares está legalmente permitido recién a partir de los 18 años, conforme a la Ley N.º 5407/2015 con sus modificaciones.
Lejos de representar un beneficio, el criadazgo expone a niñas y niños a situaciones de explotación, abuso físico, emocional y, en muchos casos, sexual, además del abandono escolar y el aislamiento familiar.
Según la Encuesta Nacional de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (2011), al menos 47.000 niñas, niños y adolescentes estaban en situación de criadazgo en Paraguay. Más de una década después, no existen datos actualizados, lo que dificulta dimensionar el problema y así tomar decisiones efectivas en políticas públicas.
“El criadazgo es un tipo de violencia estructural, disfrazada de costumbre. Nombrarlo, visibilizarlo y cuestionarlo es el primer paso para su erradicación”, sostuvo Marta Benítez, directora de Global Infancia.