Los alimentos funcionales son aquellos que además de sus efectos nutricionales habituales, tienen compuestos biológicos (nutrientes o no nutrientes), que mejoran algunas de las funciones del organismo y nos ayudan a mantenernos saludables.
POR SILVIA CABELLO, nutricionista y chef de Lá Nutry
Un alimento funcional tiene como objetivo reducir el riesgo de contraer enfermedades, bien modificando el alimento o añadiendo ingredientes con efecto beneficioso sobre la salud. Son alimentos base en la dieta anticáncer porque pueden actuar en la prevención de ciertas enfermedades como el cáncer, la osteoporosis, enfermedades cardiovasculares o mejorar la salud gastrointestinal con un efecto probiótico.
Una dieta basada en alimentos funcionales puede prevenir enfermedades y, por tanto, alargar la vida.
Un ejemplo de alimento funcional que todos conocemos es la avena, ya que contiene fibra soluble que puede disminuir el colesterol. Algunos alimentos se modifican para que tengan beneficios para la salud.
Los productos lácteos, las frutas y verduras, los cereales integrales son otros ejemplos de alimentos que pueden convertirse en funcionales.
El aceite de oliva virgen, las aceitunas, el yogur, los frutos secos, los cereales integrales, los pescados y las frutas o las hortalizas pueden considerarse verdaderos alimentos funcionales naturales.
Los probióticos, prebióticos y simbióticos
Los probióticos constituyen uno de los alimentos funcionales más consumidos y habitualmente se presentan como mezclas de lactobacilos y bifidobacterias.
Los prebióticos son ingredientes alimentarios, no digeribles, que afectan beneficiosamente al organismo mediante la estimulación selectiva del crecimiento y/o la actividad de una o de un número limitado de bacterias en el colon.
Un buen ejemplo de este prebiótico es la leche materna que contiene oligosacáridos responsables de que se produzca mayor cantidad de bifidofacterias de los niños. Esto marca una diferencia con los bebés que se alimentan con leche de fórmula.
Los simbióticos son una mezcla equilibrada, de probióticos con prebióticos, con el fin de aumentar la resistencia y el volumen de los probiótico en el intestino grueso.
INTESTINO Y CEREBRO FELICES
Se buscan alimentos funcionales que puedan poseer incluso fibra prebiótica y probióticos (bacterias beneficiosas en nuestros intestinos) lo cual garantiza una correcta digestión y estado de salud e incremento de la respuesta del sistema inmune.
Una dieta pobre en fibra puede producir cambios en la microbiota intestinal y una disminución en la población de Lactobacillus con aumento de Bacteroides, capaces de desdoblar los ácidos biliares secundarios en compuestos carcinogénicos. De modo que, queda claro, que la composición puede ser modificada por la ingesta de alimentos que contengan prebióticos y probióticos y así evitar enfermedades como el cáncer.
Un intestino feliz conduce a un estado de ánimo feliz. Es de interés para los consumidores, ya que son conscientes de su salud y la importancia que juegan los alimentos para lograrlo. Está demostrado que el 70% de las células inmunitarias están en el intestino y la serotonina, que es la hormona de la felicidad, se produce ahí.
Una nutrición inteligente los llevará al éxito siempre, les permite tener un balance, disfrutar con moderación y aprovechar beneficios como mejorar la microbiota intestinal, favorecer la labor del sistema digestivo, contribuir a estabilizar los niveles de azúcar en sangre, tener un peso adecuado y obtener mayor vitalidad, así como rejuvenecer.
Por lo tanto, se busca una forma de vida que fortalezca la salud de forma integral, y se resume en nutrición preventiva para una vida saludable. Si no estás seguro de cómo empezar, lo ideal es buscar asesoría personalizada para lograrlo.
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