Si creemos que la democracia es mala, recordemos cómo nos fue con la dictadura
¿Qué tan comprometidos estamos los paraguayos con la democracia? La pregunta no es gratuita. La sugieren los interrogantes que surgen cada vez que las realidades más lacerantes chocan con los valores que integran la República. La inseguridad general, la corrupción que todo lo impregna, las inequidades de las que no puede desprenderse la economía o la frecuente exigencia de que el Gobierno intervenga como mecanismo de compensación entre ingreso y costo de vida, todo provoca tensiones y genera sobreexpectativas respecto a la eficacia de la democracia como sistema político que garantice un mínimo de mejora de la calidad de vida.
Cuando asumimos la Constitución de 1992 como fundamento republicano, aceptamos reglas claras: gobierno de la mayoría, separación y mutuo control de poderes y vigencia del estado de derecho. Bajo esta sombrilla se consagran y protegen principios como el sufragio universal, la libertad de expresión y de prensa, de circulación y hasta de enseñanza y de culto.
Para mantener este andamiaje funcionando es imprescindible la vigilancia del ciudadano. Una de las amenazas más peligrosas para la democracia es la indiferencia del pueblo replegado sobre sí mismo. Esto es cuantificable y hay indicadores. En las elecciones generales de 1993, el 70% de los ciudadanos habilitados para votar acudió a las urnas, cifra que significó un 17% de aumento con respecto a las de 1989, las primeras de la era democrática. En 2008 esa participación cayó al 67% y en 2018, al 61%. ¿Desencanto con un modo de gobierno que no soluciona los principales problemas? ¿Frustración por ver a ciudadanos electos en las urnas convertidos en instrumentos para mantener privilegios y consagrar enriquecimientos rápidos?
No podemos darnos el lujo de ignorar o minimizar estos termómetros del humor social. Sobre todo cuando hay otros indicios de un posible retroceso institucional. En su informe 2021 subtitulado Adiós a Macondo, la consultora Latinobarómetro constató que el 52% de los consultados en Paraguay aceptaría un gobierno no democrático si éste resolviera los problemas más urgentes. En El Salvador, esa cifra sube al 63%, coherente con lo que hoy ocurre en ese país. Cuidado.
Parafraseando un aforismo sobre el costo de la educación, si creemos que la democracia es mala, probemos con la dictadura.
La respuesta es, a todas luces, innecesaria.