¿Son peligrosos los escarceos geopolíticos del Presidente argentino?
Si la política exterior argentina fuera seria, deberíamos empezar a preocuparnos por las movidas que está realizando el presidente Alberto Fernández. Pero, al menos por el momento, tomemos el tema desde el campo de la anécdota pintoresca para no entrar en pánico.
Argentina viene mostrando, con el co gobierno Kirchner-Fernández, una incomprensible adicción por gobiernos totalitarios, practicantes de un socialismo fracasado, económicamente quebrados y persecutores todo disenso político, como lo son Venezuela, Cuba y Nicaragua. Pero al presidente argentino no le alcanzaba con esa triada de Walking D
ead socialistas y se ha ido a buscar otros objetos de admiración al otro lado del mundo. En su reciente visita a Rusia, Fernández tomó a Vladimir Putin como confesor haciendo pública profesión de fe antinorteamericana y anti FMI. “Quiero rescatar a la Argentina de esa dependencia” le dijo al presidente ruso que manda en su país desde 1999 y seguirá haciéndolo por lo menos hasta 2026. Acto seguido, Fernández ofreció a Putin ser la puerta de entrada a Latinoamérica para los intereses rusos. Y lo hizo al mismo tiempo que su ministro de Economía negocia en Washington un acuerdo con el FMI que evite al país caer en la novena cesación de pagos (default financiero) de la historia argentina. Luego, Fernández voló a Beijing para firmar la entrada a la denominada “nueva ruta de la seda”, una suerte de red de acuerdos internacionales de comercio e inversión liderada por China. Ya forman parte de esa comunidad Indonesia, Kazajistán, Paquistán, Rusia, Tailandia y Vietnam. El presidente argentino anunció alborozado, antes de volver a su país, un plan chino para invertir US$ 23.000 millones en los próximos años… un anuncio muy parecido al que hiciera en 2004 el entonces presidente Néstor Kirchner, inversiones que nunca llegaron. Pero tal vez lo más inquietante sea el anuncio del desembarco en el Rio de la Plata de la generación 5G de telefonía móvil china, sospechada por EE.UU. de ser una herramienta de espionaje de Beijing, detalle que a la Casa Blanca no le pasará desapercibido.
Lo dicho. Si la política exterior argentina hacia los Walking Dead socialistas caribeños, además de Rusia y China, tuviera alguna consistencia, habría que preocuparse. Por ahora, no parece ser más que una colección de bloopers típicos de su presidente.
