lunes, noviembre 17

Anemoia/Felix Gimenez

Hoy día, capaz que a algunos un sentimiento extraño los invada. No es la nostalgia por
lo vivido, más bien por lo imaginado, la nostalgia de un fantasma. Se trata de la
anemoia, ese deseo melancólico por un pasado que nunca fue nuestro. Nos invade al
ver fotografías sepia de desconocidos siendo felices en su tiempo en este mundo, lo
que nos deja con el sentimiento de que nos hemos perdido de años de felicidad.

Evidentemente esa añoranza surge debido al desencanto que nos trae el presente.
Por lo que idealizamos épocas pasadas en otros lugares, para refugiarnos de la
complejidad actual. Los años 20 se pueden ver muy glamurosos, los 80 más
auténticos. Es entonces cuando creamos paraísos perdidos en la línea del tiempo.
Esos tiempos que ya se fueron se vuelven en espejos de nuestros anhelos.

Las redes sociales alimentan este fenómeno de forma constante. Los filtros vintage y
los archivos digitales ayudan a crear universos paralelos. Nos hacen extrañar lugares
que nunca respiramos, gente que nunca conocimos. Es la paradoja de sentir nostalgia
por algo que nunca experimentamos. El algoritmo nos vende memorias prestadas.

Reconocer la anemoia, para bien o para mal, nos revela una verdad humana esencial.
No es que deseamos ese pasado real como fue, sino la pureza que proyectamos en
esos días. Es un recordatorio de que nuestra mente puede amar lo que nuca tuvo. En
este sueño colectivo, podemos encontrar un consuelo llamativo. La belleza está en
saber que es un espejismo, que nos toca este tiempo en este mundo y hay que vivirlo.