martes, noviembre 4

3×3 (15-07-2025)

Benjamin Fernandez Bogado

@benjalibre

EL ROBO A NADIE IMPORTA

Una catastrófica declaración de la Contraloría General de la República se dio en el día de ayer, cuando afirmó que solo en el periodo 2024 del gobierno de Peña, en un porcentaje bastante mínimo de oficinas públicas auditadas, se encontraron malversaciones por valores superiores a 160 millones de dólares.

Eso es lo que se encontró que se robó —reitero— en una mínima fracción de ministerios y reparticiones públicas que van desde el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones hasta la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil, pasando por la Administración Nacional de Puertos, el IPS y unas pocas municipalidades.

Uno puede imaginarse: si en todo ese porcentaje tan mínimo encontraron que se robaron 160 millones de dólares, ¿cuánto sería si se auditaran todos los ministerios, entes descentralizados, todas las municipalidades y gobernaciones? Es perfectamente comprensible lo que afirman el Banco Interamericano y el Banco Mundial: que se roban más de 2.000 millones de dólares cada año en nuestro país.

Esta es la base del poder del partido gobernante en Paraguay y es lo que sostiene todo este sistema perverso, que le pasa la factura al ciudadano en la escuela, en los hospitales y en las calles, donde no hay educación, no hay salud ni tampoco hay seguridad.

Cuando uno afirma de qué manera estos robos terminan perjudicándonos, diría que no solo nos perjudican: nos matan. Y, fundamentalmente, fuerzan a muchos, al no tener oportunidades, a marcharse del país. Si no hay un plan nacional para acabar con este robo descomunal que la Contraloría ha detectado, y que inclusive están intentando desactivar para que no continúe auditando —y sus denuncias nunca son recogidas por el Ministerio Público—, nos llevan a una terrible conclusión: la corrupción le está ganando la carrera a los decentes en Paraguay.


UN TURISMO DE PASO Y DE HAMBRE

El presidente Peña se felicitó afirmando que el país había captado un notable número de turistas en los últimos tiempos. Esto se parece mucho a la lectura poco clara de nuestro presidente, a pesar de que haya estudiado economía.

Mientras esto se decía, otros medios daban a conocer la extraordinaria cantidad de argentinos que ingresan para comprar en nuestros supermercados debido a los altos costos de la comida en la Argentina. Y conste que nosotros también nos quejamos: la inflación alimentaria ha subido casi al 30 %. Pero cuando se habla de cifras de este tipo, hay que decir qué tipo de turistas es el que ingresa a nuestro país y con qué propósito.

Entre los sacoleiros brasileños y los hambrientos argentinos está la gran mayoría del turismo que ingresa solo por unas horas y luego retorna. Alguno dirá: «Pero eso también es turismo». Sí, pero ¿de qué tipo? ¿Qué es lo que realmente mueve?

¿Se quedan en nuestros hoteles? ¿Comen en nuestros restaurantes? ¿Mueven la economía sin chimenea? ¿Es Paraguay realmente un país atractivo turísticamente fuera de la cuestión de compras de brasileños y argentinos?

Todo esto debería formar parte del análisis de los datos sobre el movimiento turístico del que habla el presidente Peña. Paraguay necesita mucho para estar a la altura de aquellos países que hoy tienen problemas por la gran cantidad de personas que llegan a su territorio, como el caso de Francia. Pero para eso hay que trabajar mucho y duro, y especialmente hacer que nuestras instituciones y nuestros establecimientos privados civiles funcionen con la calidad que se espera para brindar lo mismo al turista que viene.


TERMINÓ COMO COMENZÓ

La Comisión garrote, conformada en el Poder Legislativo con el único propósito de perseguir a sus críticos, ha terminado con un informe lamentable y grotesco. No ha encontrado absolutamente nada de lo que buscaba, y además intentó culpar a otras instituciones públicas, afirmando que tendrían que hacer su tarea: entre ellas, el Ministerio Público y la Dirección Nacional de Tributación.

Todo esto demuestra que Dionisio Amarilla, Gustavo Leite y otros solo tenían como objetivo medrar políticamente con este hecho, sin pretender en absoluto encontrar la verdad. Sus propósitos eran malsanos. Estaban dirigidos por gente incompetente y de dudosa integridad, que solo buscaba el escándalo como herramienta de posicionamiento político.

En el futuro, cuando se cree una Comisión Investigadora del Congreso, habría que tener un propósito claro y, fundamentalmente, colocar a los más idóneos, a los más capaces, en una comisión de este tipo.

Los resultados de más de 70 páginas arrojan unos números y una conclusión realmente grotesca: no encontraron nada. Y por sobre todo, se fueron de bruces en el intento de menoscabar a la sociedad civil.