¿Habrán dimensionado, en la municipalidad de San Lorenzo, lo que significa que una empresa tenga que cerrar sus puertas y mudarse a otro distrito? Es lo que le ocurrió a un bar dedicado a atender con esmero a una clientela de gran fidelidad en pleno centro de la ciudad. A quien no le suene, la palabra troglodita significa “persona bárbara y brutal que habitaba las cavernas”.
El establecimiento venía bien aspectado desde el punto de vista comercial. Pero la política basura, la anomia institucional y el desparpajo de otros propietarios de establecimientos similares se combinaron para hacerle la vida imposible a un empresario que esperaba realizarse en el mundo de los negocios respetando las normas de competencia civilizada y la observancia de regulaciones ambientales. Ninguno de estos prerrequisitos se estaría cumpliendo en San Lorenzo, tanto que acabó con la paciencia de quien decidió liar petates y trasladar sus enseres a un municipio vecino, Luque, en busca de un ambiente más civilizado.
Razones objetivas que explican la mudanza. Lo malo no es que se hayan aglutinado los bares y las discotecas en un espacio muy reducido. Eso ocurre en todo el mundo civilizado en donde la autoridad municipal zonifica las áreas de entretenimiento e impone límites y regulaciones. Las disco deben insonorizar sus recintos, los bares no emitir música más allá de su umbral y, por supuesto, se prohíbe esa peste de vehículos con gigantescos parlantes, estacionados en el medio de la calle, con las puertas abiertas, con el volumen al máximo y gente bebiendo hasta caer como un trapo mojado al asfalto. Antes de decidir cerrar, el empresario del que hablamos pidió reiteradamente a la Municipalidad de San Lorenzo que pusiera orden y recuperara la normalidad para trabajar y vivir.
¿Respuesta? Silencio municipal. Y tiene su explicación. Según se supo, uno de los locales bochincheros es propiedad del concejal sanlorenzano Hugo Lezcano. Otro tugurio es de un tal Lugo, de una sub seccional colorada. Este grosero padrinazgo explica la impunidad para violar cuanta ordenanza municipal exista sobre ruidos molestos, ingesta de alcohol y desorden en la vía pública, obstrucción al libre tránsito, etc.
Harto de esperar, el empresario cerró puertas y se mandó a mudar. A cualquier administración municipal seria, eso le preocuparía. A los trogloditas de San Lorenzo, ni cosquillas.