- Decir a qué van. Pocos saben la importancia de un congreso en donde se proponen, reforman o se crean leyes. Donde se autorizan y revisan los dineros públicos. Donde se discuten los grandes temas nacionales. La historia nos demuestra que siempre son muy pocos legisladores los que sobresalen. Hay quienes nunca suben a tribuna a defender una causa o debatir un tema complejo. O simple. Y es que hay muchos candidatos que no saben qué es Congreso, y aún así quieren formar parte de él.
- No solo ir a tomarse fotos. Las redes han creado una nueva generación de políticos: los políticos de pose para la foto. De la selfie. Esos que no hacen otra cosa que posar para la foto en sus oficinas, restaurantes, reuniones y recintos legislativos. No hay actividad pública o privada que no suban a la red. Si comen, corren, leen y trabajan hay siempre un auxiliar atento con el celular para la foto.
- No ser frívolos. Los buenos sueldos siempre generan frivolidades en los políticos. La ropa, los cinturones, los zapatos y los accesorios de marca, son tentaciones inherentes al ejercicio del poder. Pero el Congreso no es una reunión de amigos o un coctel. Hay que tener seriedad. Evitar el chacoteo. A un Congreso no se va a divertirse. Ni a tomarse fotos como si fueran para las revistas de sociales. Usted representa al pueblo. No le ande con frivolidades a sus representados.
- No emborracharse de poder. El poder es muy parecido al alcohol. En ocasiones produce un estado de exhalación y de inconsciencia. La realidad es espejismo y los espejismos engañan. Que no se le suba el poder. No cambie sus hábitos ni sus amigos. No renuncie a las rutinas que lo definen. No se sienta rico si no lo es. Ni famoso e inalcanzable. En la vida todo acaba sin remedio y el poder no es la excepción.
- No aprobar leyes solo por aprobarlas. Existe en las cámaras un frenesí legislativo. Una euforia irracional por modificar y crear nuevas leyes solo para el récord legislativo personal. Para el informe anual del partido. Usted está para mejorar el derecho, no para destruirlo. O inflarlo. La inflación legislativa —aprobar sin ton ni son nuevas leyes- hace más difícil la aplicación del derecho. Tener muchas leyes no es necesariamente lo mejor.
- Volver a sus distritos. No olvide nunca quien le eligió. Vuelva con sus electores. Infórmeles. Ríndales cuentas. Escúchelos. Que no lo seduzcan los grandes banquetes a los que le invitarán. No se envuelva en la reuniones interminables e inútiles de la burocracia legislativa. Usted, al menos en teoría, es el representante del pueblo. Es un empleado del pueblo. Compórtese como tal.
- Salirse del rebaño. Hágale caso a Nietzsche. No caiga en la comodidad de hacer lo que la mayoría hace, piensa y actúa. Tome distancia de sus líderes, de los dueños de los partidos. Tenga su propio criterio. No desaproveche la oportunidad de sobresalir. Si usted sigue a la mayoría mediocre que siempre hay en un congreso, su papel será irrelevante.