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Siete miedos del político

  1. Miedo al pasado. En política se es lo que se fue. El pasado siempre está presente. Vive a expensas de la memoria de los enemigos. El secreto está en peligro de extinción, si es que no ha desaparecido ya de la tierra. Las redes sociales cambiaron la regla: lo que sucede en Las Vegas ya no se queda en Las Vegas. Se queda para siempre en los laberintos morbosos de la red. Y acechan al político a cada instante.

 

  1. Miedo a la venganza política. El poder transforma el rencor en venganza ciega. El político casi siempre es un ser resentido, en cuyo pecho anida la venganza: es parte de su naturaleza. Es parte de su patología. La venganza ya no se come fría como decían los clásicos. Hoy la inmediatez exige respuestas. El político imagina lo que le espera cuando deje el poder: lo que hizo le harán. El daño que hizo a otros, volverá y lo encontrará desnudo de poder. Inerte ante las venganzas de los otros. Esas venganzas que tanto disfrutó, ahora serán manjares de otros platos.

 

  1. Miedo a la traición. Todo político será traicionado. Será abandonado a su suerte por muchos cuando el poder salga por la ventana. Los que más presumían de leales, serán los primeros en negarlo. En el atardecer del poder, las traiciones comienzan a salir de las almas incondicionales. Nadie se prepara para lo que viene en materia de traiciones. Es la fe que se hinca ante lo inevitable. Aunque todo está por escribirse en la vida de un político, la traición ya está escrita.

 

  1. Miedo a la soledad. El poder engendra soledad, hija del fastidio y la desconfianza. Todo político es un ser desconfiado por naturaleza. Al principio confía en unos cuantos y luego en uno o dos. Pero inevitablemente terminará desconfiando de todos. Cada político construye piedra a piedra su soledad. El poder lo aleja tarde que temprano de la gente, aunque siempre esté rodeada de ella. La soledad es el camino fatal del político.

 

  1. Miedo al olvido. Cuando hay poder, hay relevancia, glamour, aplauso. Pero eso dura mientras dura el poder. Nadie recordará de un político nada bueno antes de treinta años. La gente no olvida lo malo, y sí lo que el político pudo haber hecho bien. El político teme al olvido. Por eso le pone su nombre a una calle o a un estadio. Un homenaje a la vanidad. Un miedo al olvido también.

 

  1. Miedo al futuro. El futuro es un recurso discursivo que el político termina creyéndose. Olvida que en política el futuro es promesa, no realidad. El futuro es azar. Esperanza. Capricho del destino. Pero también es evasión y mentira. Y es incertidumbre. El futuro también es miedo a lo desconocido. Miedo a que la política no sonría como hoy.

 

  1. Miedo al miedo. El miedo forma parte del poder. La política y el poder está llena de amenazas, de conflictos, de la sed de venganza de los enemigos. El político es un ser tenso. Irascible. Es un ser de apariencias. Apariencias que ocultan siempre el miedo que tiene todo hombre de poder.
Guadalupe Robles
Guadalupe Robles
Gerente de Relaciones Institucionales del Grupo Debate. Politólogo por la UAM. Doctor en Derecho de la Información. Profesor-Investigador. Lector disperso.

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