- Mida sus palabras. Las palabras de un político con poder no son palabras comunes. Menos inofensivas. Tienen un peso específico y producen consecuencias. El político debe cuidar lo que dice. Muchas carreras políticas han terminado con una frase que no se midió. Que se dijo con ligereza. El arte de la política también es medir lo que se dice. Saber que nadie escapa a un error verbal. A una expresión torpe o un chiste imprudente.
- No hable de más. Uno de los vicios favoritos del político, es el hablar abundante. La grandilocuencia. El pensar que es un placer ser escuchado por los atormentados oídos ajenos. El político siente miedo por la brevedad. Se siente culpable por hablar poco. Por eso repite. Por eso vuelve al tema una y otra vez, y ahí es donde acecha el error. La frase que hunde. El que habla de más siempre se equivoca.
- No minimice ningún asunto. Todo asunto público es importante. En política no hay temas menores. Un asunto puede no ser tan importante para usted, pero no así para la gente. Si se dedica a la política desde hace años, es probable que haya perdido el piso de la realidad. Seguro que su burbuja de colaboradores ha hecho bien su trabajo alejándolo, con sus halagos, de la realidad que viven los que gobiernan. Aunque se autodefina como una persona que viene desde abajo, es posible que haya olvidado qué es eso.
- Póngase en el lugar de la gente. Es más fácil que usted entienda a la gente que la gente lo entienda usted. No gobierne para sí mismo, ni para su círculo de halagadores que tiene a su alrededor. Siempre que vaya a tomar una decisión, póngase en el lugar de los demás. Pero deveras. Habrá de corregir decisiones que usted creía correctas.
- Sepa que hay palabras que duelen. Las palabras suelen ser también dardos. Sus enemigos quizás merezcan lo que se dice de ellos, pero cuídese de no ofenderlos en público, con palabras que duelan. Que humillen. Acuérdese que no sólo se mete con ellos, sino con sus familias y simpatizantes.
- Sea cauto con lo que no sabe. Usted no tiene la obligación de saberlo todo. Bien sabe cuáles son los temas que usted maneja y los que no. Las palabras y el conocimiento de un político siempre están en el escrutinio público. No se aventure con temas que no maneja. Un tropezón verbal puede marcarlo para el resto de su carrera. O simplemente echarlo de ella.
- No se haga el chistoso si no lo es. No hay nada más patético que un mal contador de chistes. El poder podrá conseguirle relevancia, influencia y dinero, pero nunca gracia. Hoy el político ha perdido el miedo al ridículo. Es una de las razones que explican el poco prestigio que hoy tiene la política.