Una de las cuestiones más importantes en términos de representación popular es el Congreso de la República, que tuvo una oportunidad para debatir en torno a si era correcto o no sacarle la investidura a tres miembros de la Cámara Alta, Pereira, Friedman y Zacarías Irún. Sin embargo, convocaron de manera Extraordinaria y con una alevosía y prontitud, para salvarlos de cualquier tipo de amenazas por un año.
Claramente ha sido un movimiento político de quienes tenían la coyuntural mayoría en ese momento lo que dejó fuera de juego a un montón de ellos entre los cuales se encontraba el Senador Sergio Godoy, que finalmente afirmó “Damos asco”, dando a entender el repudio que significa para la ciudadanía tener Senadores de ese tipo de calaña.
Hay que recordar que Godoy también fue el asesor jurídico durante la presidencia de Cartes, y no había dicho nada respecto a la inminente violación de la Constitución para permitir -vía enmienda- la reelección de su jefe en dicha oportunidad.
En realidad casi no hay ningún senador o diputado que se salve de lo que significa el San Benito del desprecio ciudadano que generan sus acciones, comportamientos e intervenciones.
Lo de ayer ha sido simplemente una anécdota más, una mancha más al tigre de la corrupción, al desprecio ciudadano que genera una circunstancia de este tipo y la manera en que los legisladores se colocan frente a sus representados, sus mandantes, los que les ordenan a hacer las cosas, en teoría. Ellos son finalmente, hembijokuai, pero no aplican dicha teoría más que despreciando a sus mandantes, y haciendo lo que les da la gana. Por eso reciben el desprecio y el asco de la gente.