Las manifestaciones ciudadanas son parte de las características de la democracia e incluso tienen garantía constitucional. A lo largo de este tiempo que hemos tenido de democracia, más de una generación, hemos visto diferentes tipos de ellas, algunas procurando propósitos nobles, otras presionando y chantajeando para intereses particulares o privados.
Ahora estamos de nuevo en el mes de las manifestaciones, el mes de marzo, y algunos camioneros dicen que el costo de vida es muy alto y han comenzado a cerrar el acceso a la capital en diferentes puntos y están pretendiendo que se unan a ellos. También hay grupos de ciudadanos que se manifestaron frente a la administradora del ferrocarril inexistente, diciendo que los planes para trenes eléctricos ya habían terminado, pero que sin embargo hasta ahora no se ha hecho ningún solo paso en esa dirección.
Lo concreto y cierto es que manifestarse es un buen ejercicio de civismo, nos permite estar alerta y enviar mensajes claros y elocuentes a los mandatarios, que son los que tienen que obedecer a los mandatos de los mandantes, porque de eso se trata finalmente la democracia.
La ciudadanía necesita -de vez en cuando- manifestarse de forma pública, de forma clara y contundente, para decir aquello que no le gusta, de aquello que está harto y fundamentalmente, de aquello que necesita ser modificado pronto.