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Reposo y costumbres

No siempre dormíamos en habitaciones separadas o en camas independientes, antes era habitual dormir todos juntos en una cama. Se preguntará usted, ¿Cuándo se perdió la antigua costumbre de dormir todos juntos en la misma cama?.

Hasta mediados del siglo XIX era completamente normal compartir la cama con amigos, colegas e incluso desconocidos. ¿Cómo se las arreglaba la gente? ¿Y por qué se abandonó esta costumbre?

Antes era común lo conocido cómo el “sueño comunitario”, más de una persona compartiendo la habitación, recámara o alcoba y lo que en ella se encontraba para relajar nuestro cuerpo y volver a despertar para empezar o continuar nuestras agendas.

El «dormir social» era simplemente una solución pragmática a la escasez de camas, que eran muebles muy valiosos que no podían ser adquiridos con facilidad por cualquiera lo que implicaba ingeniarse para economizar y hacer el descanso un pacto social entre los que existían bajo el mismo techo y hoy día ya cada uno en su independiente habitación tiene su cama, ropero y pertenencias privadas que le sean útil para descansar, vestirse y la cosa que tenga valor para cada uno. 

Cambios de modelos

Antes la economía no era la de ahora ni los hábitos y costumbres que tenemos con nuestros ingresos ni se parecen a lo que ayer nuestros padres, abuelos y bisabuelos hacían con su dinero.

Ahora todo se volvió diferente desde que sistemas comunes cómo la democracia demandan la participación del todo para armonizar y hacer útil el funcionamiento de la política, economía y trabajos particulares que no funcionan bien si son llevados solo para responder bien a lo que uno necesita. No sé cómo se hacía antes de tener que compartir nuestros espacios y tiempos de descanso con otras personas en la misma cama, lecho, catre, litera, yacija, cuja, camucha, cucha, piltra o camastro.

Antes el tener que adaptarse a las demandas o necesidades del común donde y cuando sea era de lo más normal y luego hemos desarrollado lo que hoy es muy normal. El tener cada uno nuestras propias habitaciones, baños, roperos y hasta nuestra propia vestimenta que era hasta algo natural que la compartiéramos con la familia o vecino del barrio en los que nos toque vivir.

Esta realidad del ayer hasta quizá choque a algunos hoy por el habernos habituado y quizá entender el valor y utilidad de autonomía e independencia que no debe ni tiene que quedarse ahí sino también servir para el colectivo de alguna forma para que una familia, empresa o gobierno puedan continuar en vida y funcionando bien

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