El desarrollo de las naciones también ha probado que terminó el proceso de los bloques integradores que se creían que eran los únicos mecanismos, que funcionaban de cara a un mundo que se movilizaba hacia las orientaciones comerciales y del libre intercambio de bienes, servicios y personas.
La Unión Europea había alentado esos modelos y el Mercosur fue uno de sus émulos a nivel regional; sin embargo, los europeos avanzaron más, aunque no tanto en lo burocrático que forzó a los británicos a votar en un referéndum en contra de seguir perteneciendo a la Comunidad Europea.
Ahora vemos que los países comienzan también a buscar soluciones por encima de este proyecto integrador, Inglaterra lo ha hecho bien saliendo porque ha podido vacunar, por ejemplo, a toda su población y exportado su vacuna de AstraZeneca hacia el propio mercado europeo del que él formaba parte con anterioridad.
Alemania también dice a los rusos que está dispuesta a fabricar las vacunas que son producidas en ese país, en su territorio, todos buscando soluciones efectivas y demostrando que la cuestión de la integración no pasa de buenos propósitos y de lindos discursos, pero no se hace nada en términos de la realidad concreta.
Treinta años después, el Mercosur nos sigue mostrando de que eran buenas las intenciones, pero los propósitos que alientan el día a día en la tarea integradora están muy lejos de la realidad permanente y constante entre nosotros.
Habría que repensar el modelo. Esto que tenemos hasta ahora, tres décadas después, no sirve ni para lamentarnos.
El desarrollo de las naciones también ha probado que terminó el proceso de los bloques integradores que se creían que eran los únicos mecanismos, que funcionaban de cara a un mundo que se movilizaba hacia las orientaciones comerciales y del libre intercambio de bienes, servicios y personas.
La Unión Europea había alentado esos modelos y el Mercosur fue uno de sus émulos a nivel regional; sin embargo, los europeos avanzaron más, aunque no tanto en lo burocrático que forzó a los británicos a votar en un referéndum en contra de seguir perteneciendo a la Comunidad Europea.
Ahora vemos que los países comienzan también a buscar soluciones por encima de este proyecto integrador, Inglaterra lo ha hecho bien saliendo porque ha podido vacunar, por ejemplo, a toda su población y exportado su vacuna de AstraZeneca hacia el propio mercado europeo del que él formaba parte con anterioridad.
Alemania también dice a los rusos que está dispuesta a fabricar las vacunas que son producidas en ese país, en su territorio, todos buscando soluciones efectivas y demostrando que la cuestión de la integración no pasa de buenos propósitos y de lindos discursos, pero no se hace nada en términos de la realidad concreta.
Treinta años después, el Mercosur nos sigue mostrando de que eran buenas las intenciones, pero los propósitos que alientan el día a día en la tarea integradora están muy lejos de la realidad permanente y constante entre nosotros.
Habría que repensar el modelo. Esto que tenemos hasta ahora, tres décadas después, no sirve ni para lamentarnos.