Muchos paraguayos han optado por salir al exterior y buscar la posibilidad de perfeccionarse en varias áreas del conocimiento. Esto ha sido muy positivo, indudablemente, en un tiempo en que requerimos gente preparada y capacitada en varias áreas.
Lo lamentable es que muchos de ellos no han tenido un plan para el retorno, no han sido acogidos en centros académicos para mejorar la capacidad de investigación y de la propia docencia. Tampoco se han beneficiado estructuras públicas, más de cinco mil maestros fueron becados durante estos últimos años y ninguno de ellos ocupó una labor prominente en alguna institución o en alguna estructura administrativa donde se pueda ver los resultados de la costosa inversión que ha tenido enviar gente afuera.
Muchos de los casos también han favorecido a hijos de personas que podrían haber sufragado los costos de la formación del exterior pero que sin embargo se valieron de los recursos públicos porque tenían mejores posibilidades y oportunidades para alcanzar dichos lugares.
En definitiva, nuestro programa de becas -el más ambicioso implementado en mucho tiempo- puede terminar naufragando los resultados poco prácticos que ha tenido hasta ahora.
Lo que requerimos es hacer una revisión completa de este programa denominado Becas Carlos Antonio López y observar de qué manera la gente que enviamos, a la vuelta puede ser útil para propósitos en los que el país requiere con urgencia.
Carlos Antonio López envió cinco personas durante toda su presidencia a Europa para formarse, y la mayoría de ellos -en realidad- fueron enviados para hacer las tareas de mantenimiento de los buques británicos comprados de los artilleros de ese país. Hay que ser más concreto, más práctico y más eficiente en todos los campos, y más en las cuestiones en donde utilizamos el conocimiento, la sabiduría, la capacidad y por sobre todo los recursos de este pueblo pobre.