La privacidad está definida cómo estar libre de intrusiones o perturbaciones en la vida privada o en los asuntos personales. Hoy día según me indicaba un amigo boomer se ha acabado esa libertad porque optamos por hacer pública nuestra vida a través de publicaciones en nuestras redes sociales de ideas, pertenencias y relaciones que estarían mucho mejor y cómodos para todos inclusive nosotros mismos si optamos por no publicarlos. Esa información, aunque por el efecto que tiene en nuestra vanidad, nos atrevemos a presumir el haber ido a algún lado, el tener algo o estar con alguien difícil de hacernos una selfie, hablar o compartir nuestro tiempo. Nosotros hacemos pública nuestra propia privacidad.
La existencia de redes sociales es sobre todo para lograr organizar a seguidores, “amigos” o suscriptores rumbo a acciones o pensamientos que sirva al colectivo son frecuentes y no tanto para exponer imágenes, textos o lo que pueda ser visto y nos afecte de alguna sino porque permitimos que otros tengan acceso a nuestro muro o publicaciones. Autorizamos la invasión.
Por este camino podemos llegar a convertir lo privado en conocido, por ese motivo el único filtro que funciona no está en la red que usemos sino en el lugar en el que nadie o nada puede entrar con facilidad. Nuestra mente que decidió abrir una cuenta e iniciar el bombardeo de tonterías o publicaciones que nos hieren o nos insultan.
Es tambien una forma de darse identidad y hacerse conocer por el usuario de redes sociales, que no debemos creer que es de un tipo específico, ya que en el mundo estamos de todos los colores, ideas y funciones que pueden hacer funcionar para bien o mal alguna historia, momento, condición o pertenencia. Dependiendo de lo que hayamos decidido manifestar en algún momento, lugar o con quien sea nos estamos abriendo a los otros.
Recuperar nuestra dinámica social
Nuestra privacidad puede estar bajo riesgo o puede servir para algo bueno o arruinado dependiendo de la pareja con quien se ha etiquetado, qué sabemos bien que la única manera de cerrar una amistad o relación amistosa, sentimental, empresarial o académica real es hablando cara a cara, escuchándonos y observando y estudiando respuestas a cuestionamientos hechos. Esa fue la manera utilizada por nuestros padres, tíos o abuelos que a su vez notamos el buen resultado que tiene el diálogo sin pantalla o “red social” que parece distraer más que unir a sus usuarios. Finalmente con ese método perdemos nosotros pero ganan las redes sociales haciendo negocios con nuestros contactos.
Cuando ellas en verdad son herramientas que nos deben ayudar a ganar no solo para tener más seguidores, “amigos” o suscriptores sino sobre todo la trascendencia por haber diseñado, trabajado o pensado algo que lleve tiempo, meditación y reflexión y que tenga beneficio para quien busque una solución a un problema que pudo haber existido muy lejos de casa. Debemos usar a las redes y no que ellas nos usen.