Un país pequeño, donde la igualdad no está garantizada, todos los paraguayos somos conscientes, lo sabemos y vemos a diario las injusticias que existen, que no mejoran.
Las desigualdades van en aumento, la crisis económica, el efecto cruel y duro que se vive con la venida de una posible hambruna, los precios suben, mientras tanto, hay despidos en empresas, cierre de negocios, cabezas de familia sin poder llevar el pan de cada día a sus hogares, con suerte los que aún mantienen sus trabajos, son víctimas de la informalidad, ganan menos que el salario mínimo, trabajan más de lo normal, están endeudados, no les alcanza para el mes.
Las mujeres fueron y siguen siendo las más afectadas, con un alto porcentaje de desempleo; suena irónico que en la actualidad las mujeres tenemos una legislación bastante avanzada, sin embargo, siguen disparando los altos índices de violencia de género en América Latina.
Por un lado, la gente implorando medicamentos en el Instituto de Previsión Social, por el otro lado, algunos políticos empresarios llenándose los bolsillos a costa de los recursos del estado. Una institución prácticamente en colapso, donde sus aportantes son los más sufridos, y con mala suerte fallecen por falta de una atención médica adecuada y oportuna.
Cuantas denuncias de abusos a niños y adolescentes en el entorno familiar, jóvenes por las calles con los vicios de alcohol y drogas, y no tienen la oportunidad de una educación para forjar un mejor futuro. Cuantos indígenas migran a la capital para reclamar un pedazo de tierra, sin embargo, cuantos políticos se enriquecen con millones de hectáreas.
Habrá inocentes en la cárcel por ser pobre, sin embargo, los delincuentes pudientes tienen un trato diferente, y salen libremente para seguir en la delincuencia apañados por unos cuantos corruptos.
Un país pequeño como Paraguay, con tantos Ministerios, tantas autoridades, leyes avanzadas, pero con tantos problemas de desigualdades.
¿Qué nos sucede a todos? ¿Estamos obligados a tolerar esta situación?
