Hay una vieja expresión que dice que “De la salud de el Gobierno habla la oposición”; que cuando esta camine, apretándole los pasos de manera más cercana y sintiendo el aliento en el cuello, los Gobiernos en democracias mejoran, son más eficaces, más eficiente, más honestos; porque saben que si fallan la Oposición se encargará de recordarles ese fracaso y los electores le estarán cobrando en los próximos comicios.
Eso, al menos es lo que dice el manual; en el Paraguay tenemos una larga permanencia del Partido Colorado, primero apoyando la dictadura larga también, la de Stroessner por 35 años, y luego la cantidad de tiempo casi similar en democracia, con una corta interrupción de una quinquenio con Lugo y Franco en el gobierno.
Después, la oposición le ha fallado a la democracia paraguaya al no construir alternativas creíbles, de no tener propuestas entusiasmantes que, incluso, modifiquen el punto de vista de un electorado joven creciente en el país, que quiere ver algo más que lo que hasta ahora los viejos líderes les están mostrando. Requieren un cambio en los paradigmas de comportamiento de los liderazgos políticos, quieren acercarse a ideas que tengan que ver con la ética, con la moral, con la innovación, con la inteligencia, con la honestidad; y todo eso no se ofrece como una opción y alternativa.
Todos estamos de acuerdo que el Partido Colorado está agotado en el poder desde hace mucho tiempo, pero no le han podido aún sacudir del Poder Ejecutivo, porque no han tenido, hasta ahora, ninguna de esas virtudes apuntadas que son necesarias para generar la alternancia en el poder, que es bastante saludable para la democracia.