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Mi hijo: el funcionario público

Crecí en una familia clase media donde el mayor anhelo de mis padres era ver graduadas a sus dos hijas y las vieron. Muchos de ustedes contemporáneos de los ‘70-’80 sabrán que sus padres anhelaban ese diploma más que ustedes.

Pero de un momento a otro esto comenzó a cambiar. Hace unos años, ni yo se como terminé en “alta mesa”, donde un “importante” presentaba con orgullo a su hijo: el funcionario público, joven que a duras penas había terminado el secundario, tenía a su cargo otros, cobrando sin hacer nada y hasta “marcando” sin ir a trabajar. Y si, el padre orgulloso.

Y ahora me vuelvo a preguntar ¿en qué momento todo cambió?

En el momento en que un funcionario público tiene un salario 43% más alto que uno en lo privado, remuneraciones como ayuda alimentaria, por hijo, por madre soltera, ayuda vacacional, exoneración de servicios básicos, y si sigo detallando nos largamos a llorar; además de las garantías a no ser despedido cuando son nombrados o si lo hacen llevarse jugosa plata, y el poco control de sus funciones.

Y así es cuando llegamos a cambiar el sueño de ser doctores, arquitectos, emprendedores por el de funcionario público. Y no me mal interpreten que esta aseveración no incluye a los miles de funcionarios públicos que cumplen sus funciones con dedicación y vocación, que ganan un sueldo mínimo o apenas arriba de este y tienen que trabajar por todos aquellos acomodados que no lo hacen, ustedes también son los perjudicados. Me refiero a los que usan al empleo público para sus propios fines personales, y así malgastan los recursos públicos, los nuestros, los que pagamos con los impuestos pero no vemos en retribuciones.

Esperando en un futuro un Estado achicado y con un gasto menor, para volver al orgullo de MI HIJO: EL EMPRENDEDOR.

Florencia Gismondi
Florencia Gismondi
Licenciada en Periodismo, Comunicadora, Conductora de TV y Radio. Amo el medioambiente, recicladora compulsiva. Madre 24/7, no duermo, pero intento que no se note.

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