Pasado lo peor de la pandemia que azotó al país, el sistema de salud pudo autodiagnosticar sus puntos débiles, tomar nota y prepararse para el futuro con una mejor disposición de cuadros de personal e infraestructura hospitalaria.
El máximo estrés se sintió en las unidades de terapia intensiva (UTI), su cantidad, equipamiento y, sobre todo, personal especializado. Lo que sufrimos en el Paraguay no fue una excepción. Prácticamente no ha habido país que no llegará al límite en sus posibilidades de atención intensiva, dado que la virulencia del COVID se dio en las enfermedades respiratorias causantes de la mayor parte de los decesos.
El grueso del déficit en este delicado eslabón de la atención de la salud fue el personal que demanda una UTI. La emergencia explicitó la apretada malla de profesionales requeridos: un médico jefe especializado en medicina intensiva sobre quien recae la responsabilidad de la organización, funcionamiento y administración de la unidad. Luego están los médicos encargados, por turnos, del tratamiento directo del paciente en cuidado intensivo. Necesita también un jefe de piso además de personal de enfermería preferentemente especialista o con suficiente experiencia en el área. También requiere un responsable del proceso gerencial administrativo y enfermeras exclusivas para la unidad a quienes corresponde la vigilancia cercana del paciente. Alrededor de cada unidad se mueve además una constelación de inhaloterapeutas, laboratoristas, hemoterapistas, nutriólogos, técnicos en medicina de imágenes, psicólogos y trabajadores sociales. Todo esto da una idea de las dimensiones que cobra este capítulo de medicina intensiva puesto a prueba durante una emergencia.
Naturalmente, la dotación humana y técnica del universo UTI no se calcula por los picos extremos como lo fue el COVID 19, pero sí teniendo en cuenta una dimensión capaz de responder en forma elástica capaz de ir cubriendo la demanda paulatina de una epidemia o, Dios no lo quiera, de otra pandemia.
Es de suponer que Salud Pública debe tener equipos trabajando ahora mismo en el rediseño de este capítulo y aprovechando, de paso, el impulso transformador del sector público del que viene hablándose con insistencia. Hay recursos financieros disponibles y necesidad urgente de una adecuación del sistema de salud. Manos a la obra.