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Los jóvenes quieren ser felices, no sacrificarse por una utopía

De forma clara y contundente a sus 75 lucidos años Duran Barba simplifica el norte. Una alerta de lo que deberíamos dejar de buscar ante cada inicio de una estrategia de comunicación social o de propaganda política. La discusión de izquierda o derecha, además de estar profundamente desactualizada, en conjunto con el resto de las ideologías ya no generan el interés que las revoluciones del siglo XX pudieron despertar.

Las indignaciones vinculadas con posturas morales o éticas que definieron el siglo pasado hoy se ven superadas por la cultura de la imagen, donde “me conecto y luego existo”, en el axioma de lo que se ve bien es lo representativo del éxito. Los aspiracionales cambiaron, se saltan un elemento que ya tiene consecuencias negativas reflejadas en la ansiedad, se hizo puente sobre la profundidad del pensamiento y la recompensa del esfuerzo, se hace foco en el objetivo y no en el camino. Si logramos descifrar esta realidad vamos a entender que finalmente son las emociones las que se deben trasmitir, intentando ser generadores de conceptos transversales como: seguridad, éxito, compromiso, bienestar, etc.

Buscar que las audiencias más jóvenes, menores de 30 años conecten con ideas de “un mejor futuro con instituciones sólidas y en democracia” es un mensaje que no cautiva a un público/ciudadano que busca experiencias por sobre las ideologías, que tiene necesidades tangibles que pasan por la tecnología, acceso a internet y tiempo de esparcimiento. Este target genera tiempo con los amigos, hace deportes, usa videojuegos, va al gimnasio o mira series, no dedica su tiempo libre en discutir ideas como el acceso universal a salud o la reforma judicial. Y es muy peligroso entrar en una discusión donde tengamos un ojo inquisidor que juzgue esta realidad, cuando acá se trata de entenderla y actuar en base a esos códigos.

Intervenir buscando un cambio cultural o pretender que nos escuchen ya que “tenemos razón y sabemos lo que es mejor para todos” es algo que no funciona, independiente al discurso formulado con una estructura implacable que justifique esta mirada (propia de colectivos o movimientos que trabajan grupos de nicho), la realidad es otra y la atención esta dictada por algoritmos.

¿Qué quiere la gente? Es la consulta inicial para dar un primer paso a cualquier estrategia, incluso si dentro de nuestra agenda no está ni de cerca ocuparnos de eso que salga en el resultado.

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