Primero la definición: Información o afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones y emociones que suscita.
Como dice José Norte Sosa al acuñar el término cybercracia, la fórmula de la posverdad “requiere un actor, que intenta manipular y manejar la información, ya sea con elementos verdaderos o falsos. Se requiere definir una población objetivo o actitudes objetivo de la población o comportamientos objetivos de la población. Y por último actuar a través de una manipulación simbólica”.
No es que la posverdad necesariamente se genera en laboratorio como parte de un esquema que usa falacias discursivas para imponer una visión que beneficie a una persona, institución, movimiento o campaña específica, a veces nace en un punto y algunos ciudadanos se apropian de esa seudo verdad y se terminan encontrando en redes formando comunidades activas. Pero estoy convencido que ya sea un relato gestado bajo una estrategia o algo que nace de forma orgánica, alguien que pueda hacer la lectura e identificar esas audiencias podrá beneficiarse de ese ruido, incluso atrayendo a esas audiencias a otras conversaciones que tienen la misma lógica pero que efectivamente están enmarcadas en una campaña.
¿Y dónde está la oportunidad?
Esta se genera en el momento en el que instituciones, organizaciones civiles y el propio Estado encuentran en esta crisis la posibilidad de reinventar su comunicación, revisar su visión interna y externa, revalorizar los recursos intelectuales con los que se cuenta y plantear campañas que procuren quedarse con el relato “verdadero”. Pero sobre todo entender que es un trabajo diario, no es solo una serie de posteos en redes, entrevistas en medios y alguna campaña anual, se trata más bien de integrar a la organización una mirada que se traduzca en acciones, donde el monitoreo, la evaluación y la reflexión sean un ejercicio diario y no solo cuando identificamos el problema con el diario del lunes.
El problema del análisis con el diario del lunes o la metáfora del cisne negro, donde un suceso sorpresivo e impactante luego del análisis resulta que era algo predecible o explicable, cuando en realidad no lo es. Salvo, que ese análisis sea previo y forme parte de un abanico de escenarios posibles que se trabajan dentro del esquema de manual de crisis bajo una metodología que generalmente no se usa. No sirve de nada el genio que te explique por qué se dieron los hechos y donde estuvo el problema en equipo, lo que realmente tiene un gran valor es la capacidad de adelantarse a estos escenarios y adoptar medidas preventivas o de contingencia por más que los escenarios sean extremadamente fantasiosos y forzados.