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“Las horas más oscuras” parte II: Decisiones

En 2019 cumplí treinta años y como supone ese cambio de los veinte a la siguiente década, empecé con el eterno comentario inquisidor de “ya es tarde”. Me repetía constantemente “ya no lograré alcanzar esas metas que hoy parecen tan lejanas”, “ya me quedé estancada”, “esto es lo que hay y ya no hay más nada”. Mi realidad era la de una mujer migrante y casada, trabajando catorce horas al día, sintiéndome un poco enojada y otro tanto devastada, por no haber sido más insistente en alcanzar esas metas a las que aspiraba cuando tenía veinte. ¿Qué pasó?, ¿en qué momento di el giro de timón?.

Recuerdo que añoraba estudiar una maestría y vivir en algún país europeo. Rememoro esa ingenua idea, de la que mis padres se reían, el de ser una turista eterna, visitar nuevas ciudades, sorprenderme con nuevos lugares y conocer a una infinidad de personas para luego escribir sus historias. El camino se había vuelto cómodo y eso, es quizás una de los sentimientos más reconfortantes pero también de los más peligrosos. Lo que quise siempre se me había olvidado, haber cumplido cada una de esas ideas de cierta manera se volvió parte de mi pasado. No había otra culpable más que yo. Entré a ese túnel oscuro por mi propia decisión, el lugar donde uno se vuelve espectador, donde la mayoría de la gente olvida los sueños y deja de cuestionarse ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿para qué?, siguiendo la corriente, ignorando por completo aquello que alguna vez nos motivó.

Así pasaron tres años de sueño aletargado. Horas oscuras, donde simplemente veía la vida pasar mientras los días avanzaban y las estaciones del año mutaban de otoño a invierno, de verano a primavera pero yo seguía ahí, sin mover un dedo para que algo cambiara. Tres años donde sí, hubieron ciertos cambios, pero no los suficientes como para sentir que algo nuevo se avecinaba, algún proyecto que me inspirara a moverme de esa zona de confort en la cual ya estaba más que asentada. Entonces fue que un día, regresando de un largo viaje con mis padres dije basta. Esas cuatro semanas fuera de mi casa me movieron y me dieron la perspectiva que necesitaba. La toma de una decisión urgía.

Añoraba estudiar de nuevo, deseaba escribir y ser publicada. Lo que quise siempre, dependía de una sola decisión. La mía. Así, al fin, me propuse dejar de ser espectadora y volverme protagonista. Con el miedo que supone agarrar el timón del barco de mi vida, lo tomé con las dos manos y decidí dar ese giro de 180 grados, era ahora o nunca. Y aunque por un tiempo olvidé lo que quise siempre, hoy escribo desde otro país con la frente en alto, consciente de que los estoy empezando a cumplir. Devolviéndome la seguridad que tenía. Retomando la imagen de triunfadora en un mundo donde a veces se nos olvidan los sueños y recordando aquel hermoso poema de René Rilke que leí ayer mientras trasbordaba de una línea a otra en el metro: “Deja que todo te pase. Belleza y terror. Solo continúa. Ningún sentimiento es definitivo”. Al final solo agregaría, no te estanques en la modorra y el dolor. Atrévete y toma esa decisión que tanto querías.

Jessica Fernández Bogado
Jessica Fernández Bogado
De un país pequeñito llamado Paraguay, viviendo en un país enorme llamado México. Hablo mucho y escribo más. TW & IG: @Jessiquilla

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