“Si tu única herramienta es un martillo, tenderás a ver cada problema como si fuese un clavo” decía el padre de la psicología humanista Abraham Maslow, aquel que desarrolló la pirámide de las necesidades humanas, y que por cierto lleva su nombre. Vivimos en sociedades violentas, y no solamente desde la definición clásica y evidente, los delitos y crímenes contra las personas, sino a la violencia verbal, la violencia de la indiferencia, el acoso escolar, laboral, la intolerancia social, y mil formas más de violencia. Lo que sugiere magistralmente Maslow es que, si no tenemos capacidades de comunicación, de análisis, empatía, asertividad, habilidades en articular ideas con palabras, difícilmente podremos evitar el uso de la violencia como herramienta para solucionar cualquier tipo de problema, incluso la falta de recursos. Latinoamérica es la región más violenta del mundo. De las 20 ciudades más violentas de la tierra, 15 se encuentran en ella, o sea el 75%, a pesar que sus habitantes sólo representan el 8% del total. Tendrá todo esto que ver con la educación?. Isaac Asimov, el genio de la literatura de divulgación científica y ciencia ficción observó este fenómeno desde otra perspectiva diciendo: “La violencia es el refugio del incompetente”. Quizás el gatillo que enciende de la violencia es la frustración que produce la incompetencia para alcanzar objetivos. La violencia es además auto sustentada porque se reproduce por sí misma, y es extremadamente difícil acabar con ella. Pero lo peor de todo es la tendencia que naturalmente tenemos de intentar acabar la violencia con la propia violencia. En el fondo eso es tan absurdo como intentar apagar el fuego con más fuego. El único elemento que puede romper ese círculo vicioso es la educación, pero aquella sustentada sobre valores y no otra, tal como el más grande de los pedagogos paraguayos, Ramón Indalecio Cardozo sostenía hace 100 años diciendo: “Sólo el amor puede producir el milagro de la Educación”.
La violencia es también incompetencia
