Víctimas del bullying han sido protagonistas de grandes masacres y actos de violencia que han paralizado al mundo entero. En 1999, los noticieros del mundo nos dejaban atónitos con lo que ocurría en una escuela secundaria en Columbine, donde Eric Harris y Dylan Klebold asesinaron a 13 personas e hirieron a más de una veintena. Años después, en 2004, por primera vez en la historia del Sur de Sudamérica, un joven de 15 años de la Provincia de Buenos Aires ataca a sus compañeros dentro del aula en Carmen de Patagones. En 2007, Cho Seung-Hui fue el autor de la masacre de Virginia Tech.
Todos estos protagonistas manifestaron haber sufrido bullying de manera sistemática durante varios años por parte de compañeros y hasta de profesores.
El bullying no solamente propicia matanzas, sino también depresión, baja autoestima, anulación de la identidad de un joven y otros temas que son difíciles de recuperar con el paso del tiempo. Es un tema de vital importancia, que al parecer, no es tomado con la seriedad que se merece.
Este daño emocional no tiene fin en la adolescencia, muchas veces se perpetúa durante toda la vida, o bien, el que sufrió bullying se convierte en bully, es decir, el que quiere cobrar venganza por el trato que ha recibido.
Imaginensé una persona que nunca destacó en nada, que a casi sus 50 sigue siendo llamado con un diminutivo (la psicología habla de las implicancias que puede tener esto en las personas), que su recuerdo no inspira nada de lo que él realizó de manera personal, sino sus antepasados y los amigos de sus antepasados, protagonistas de una de las fases más oscuras de la historia de nuestro país, una persona que tiene todo, pero que no ha construido nada. No debe ser fácil ser él, no debe ser fácil haber sido víctima de bullying durante toda su vida.
La historia da un giro interesante, por razones ajenas a toda lógica, este pusilánime llega al poder, aunque sigue siendo llamado en diminutivo y se sigue invocando a sus antepasados, se disfraza de soldado, de buzo, de cocinero, de deportista, como una suerte de electrodoméstico que puede hacer de todo, pero demostrando claramente que no puede gobernar, o peor, que no le interesa, porque hace décadas tiene sangre en el ojo, esperando el momento de vengarse de todos los que se burlaron, se rieron y lo desmeritaron.
Y así nos va, ése bullying de unos pocos hoy se transformó en la venganza del boludo, apodo que le era común en su adolescencia. Boludo que nos endeudó, nos enfermó, nos sobrefacturó con todo lo que se podía, nos presentó líderes mesiánicos que no eran más que otros muñecos vudú de un sistema perverso en una pirámide social invertida, donde muchos trabajan para que pocos puedan tener esa vida que quieren, pero que no merecen.