La situación que se da con respecto a los incendios ha tenido una prueba durante esta semana. Son varios focos que se preparan de nuevo, dicen, para la temporada de noviembre y diciembre, que son temporadas de mucho calor en nuestra República.
Evidentemente, solo estamos «a lo que Dios es grande» en prácticamente todas las cosas y entre ellas el combatir los incendios forestales. Se agradece a la lluvia que haya podido llegar al Parque Nacional Cerro Corá y haya podido apagar uno de los últimos focos que se habían conocido en dicha zona.
Sin embargo, lo que no vemos hasta ahora es una fórmula de cómo deberíamos operar para que esto no vuelva a tener tan desastrosas consecuencias entre nosotros. No hay una sola política pública sobre esto y además el ministerio encargado del tema dice «yo no puedo hacer nada, ya que por ley no me compete».
La ley derivó el problema de los incendios a los Municipios y a los grupos de bomberos voluntarios, cuando debiera ser el Ministerio del Ambiente el encargado de coordinar toda la política pública para enfrentar este flagelo y problema que también es cíclico en el país.
Si es la norma la que impide que el Ministerio del Ambiente trabaje en ese campo, pues tendría que cambiarse la misma. Plantear incluso desde el mismo Ejecutivo o desde la cartera del Estado, un cambio en términos de responsabilidades para que sea mucho más efectiva la lucha contra estos incendios.
Estamos mirando las cosas a lo que pasa, rogando que la lluvia bienhechora termine por apagar los incendios que son consecuencia de la acción humana y fundamentalmente de la procrastinación y la dejadez de nuestras instituciones.
