Por Benjamín Fernández Bogado
La participación política de Cartes fue durante cinco años, siempre centro de cuestionamientos por su pasado, porque había sido el primer presidente del país que, habiendo pasado por Tacumbú, llegó a ser presidente de la República. Además, dijo, nunca había votado ninguna elección. La primera vez que voté, voté por mi persona en los comicios que me llevaron a la presidencia. Llegó a caballo de la derrota del Partido Colorado en manos de Fernando Lugo y Federico Franco, y aquello había golpeado severamente a la quilla de la estructura de un partido que tenía muchos años en el poder, desde 1947.
Se buscó alguien que tuviera recursos económicos para unir a las diferentes vertientes, solo que después las diferentes vertientes se acostumbraron tanto al dinero que ya sus lealtades no fueron a los principios ideológicos ni menos a las adherencias de movimientos. Todos comenzaron a bailar al ritmo de la plata, y como había recursos enormes detrás de Cartes, gana un millón de dólares por la exportación o contrabando, dicen los brasileros de cigarrillos a ese territorio. O sea, demasiado dinero para un país donde las campañas electorales no superan los 40 millones de dólares y en donde por la captura del Estado uno puede quedarse con 600 y 800 millones de dólares de comisión en la compra de bienes y servicios, y administrar la empresa de prebendas y canonjías más grandes que tiene el país.
La gran pregunta en este momento es cuánto favor le está haciendo Cartes a la democracia paraguaya, queriendo mantenerse en la cresta de la ola en medio de las tempestades particulares que lo persiguen, principalmente desde la justicia brasileña. Es una cuestión de que hay que preguntarse a la clase dirigente de este país si quiere seguir manteniendo a esta nación en ascuas o tiene que deshacerse de varios lastres que pretende hundir nuestra democracia.
