Los principios y valores que sean reconocidos, tienen mucho peso, cuando se ejerce un alto cargo, cuando están ausentes, una autoridad, tiene dificultades para mantener por mucho tiempo una estructura, va en declive, pierde la confianza de su público, de sus subalternos, seguidores y no seguidores; la incoherencia de vida, la fachada de la “ética” no logra sostenerse y cae al piso.
En una de las homilías dominicales, el Monseñor Ricardo Valenzuela, durante su prédica expresó: sí las personas se dejan llevar por la corrupción, no pueden crecer en ningún aspecto de la vida. Enfatizó, además, de la importancia de “saber utilizar la autoridad”, y resaltando que un “defecto frecuente” que tiene una autoridad tanto civil como eclesiástica es “exigir a las otras cosas justas, y sin embargo, ellos mismos no los ponen en práctica”. “La autoridad nace del buen ejemplo, para ayudar a otros a practicar a lo que es justo y necesario”.
En tal sentido, con las actuales noticias, con lo que se observan de nuestras autoridades que están al frente “gobernando” nuestro país, algunos de ellos sin tener suficiente competencia de un “liderazgo ético”, arrastra a una situación riesgosa, perjudicial a todo el país, que solamente provoca un descontento generalizado y la desconfianza de todos: de los ciudadanos y a nivel mundial.
La hipocresía que avala la corrupción, con una ética disfrazada, una contradicción que:
“Contra el feo pecado existe un antídoto que anestesia la conciencia: la doble moral, uno de los disfraces de la hipocresía. Y una cómoda manera de mirar el mundo, de tal suerte que los pecados nuestros se justifiquen; es decir, solo vemos la paja en el ojo ajeno”. Michel de Montaigne (filósofo y escritor).
No seamos necios.