lunes, diciembre 8

La iglesia hizo un fuerte llamado contra la corrupción e instó a autoridades a gobernar con «honestidad»

En la misa central de la festividad de la Virgen de Caacupé, el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de la diócesis local, pronunció una homilía contundente contra la corrupción. “Desde la fe, debemos decir sin ambigüedad: la corrupción es pecado grave porque viola la justicia social, roba a los pobres y desprecia la verdad” señala una parte de la carta pastoral de la Conferencia Episcopal Paraguaya, leída durante la Misa Central.

En el documento, los obispos recordaron que la historia paraguaya demuestra que el país “es un pueblo capaz de grandes sacrificios”, capaz de levantarse “de las ruinas con espíritu solidario y esperanza”.

Sin embargo, expresaron preocupación por las injusticias que hoy afectan a miles de ciudadanos, producto (según señalan) de la indiferencia social, el egoísmo y la pérdida de esperanza en un futuro mejor. En ese sentido, la CEP insistió en que esta realidad debe impulsar a la sociedad a “examinar y renovar nuestro pacto fraterno que nos une como Nación”.

El Monseñor Pierre Jubinville, presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, hizo lectura de la Carta Pastoral en la homilía central de Caacupé 2025 y citó «las formas sutiles de la corrupción».

Comentó que tiene una mirada a sectores de la vida común, la política, economía, ecología, justicia, salud, educación, la protección social y la corrupción.

En uno de los capítulos en referencia la Justicia, en el texto, la doctrina social de la Iglesia recuerda que la “Justicia es un bien intangible que sostiene la convivencia. Cuando la Justicia no funciona toda la vida social se resiente, se desalienta la inversión seria y responsable”.

Y se agrega; “Cuando ella no funciona, la armonía social se quiebra porque se pierde la confianza en las instituciones del Estado, se favorece la impunidad y la corrupción, al no existir sanciones efectivas. Del mismo modo, difícilmente se atrae inversiones económicas serias y responsables que garanticen la igualdad de derecho al trabajo digno y protección de la clase más vulnerable pues crece la percepción de que la ley solo se aplica a los pobres, lo que debilita la confianza de las instituciones”.

Igualmente, habló de la dotación adecuada de jueces y de presupuesto de modo que la mora judicial no sea excusa para la injusticia, reforzar los mecanismos de selección y sanción de magistrados, «blindándoles de los arreglos políticos, apoyar a los jueces honestos y es posible una justicia limpia».

Se debe capacitar a la ciudadanía sobre los mecanismos de control, amparos y denuncias que la propia Constitución otorga. “Vincular el tema justicia con el tema corrupción: Sin justicia no hay lucha real contra la corrupción”, apuntó el sacerdote.

El Bien Común como horizonte

El eje central de la carta pastoral es la propuesta de reconstruir un Paraguay basado en el Bien Común. Para la Iglesia, este concepto engloba las condiciones sociales, políticas, económicas, culturales y espirituales necesarias para que todas las personas puedan alcanzar una vida plena y digna.

Creemos que solo un Paraguay fundado en el Bien Común podrá ofrecer a todos sus hijos e hijas una vida digna, sin exclusiones, con oportunidades y con futuro”, afirma el escrito.

El mensaje incluye una invitación a recuperar la confianza mutua, fomentar el diálogo y buscar un horizonte compartido, pilares que (según la CEP) hoy se encuentran debilitados.

Un llamado a la responsabilidad y a la solidaridad

Retomando el pasaje bíblico “Denles ustedes de comer”, los obispos extendieron la exhortación a toda la ciudadanía. Señalan que la responsabilidad de construir un país más justo no recae solo en las autoridades, sino también en cada persona, llamada a compartir “lo que somos y tenemos” para que haya “pan y esperanza para todos”.

La carta pastoral identifica siete dimensiones clave en las que se pone en juego el Bien Común:
política, economía, ecología, justicia, salud, educación y protección social.

Sobre cada una de ellas, la CEP propone reflexiones y líneas de acción.

Pero el mensaje enfatiza que existen dos temas que atraviesan todos estos ámbitos:
la corrupción y la participación ciudadana.

Ambos son presentados como desafíos urgentes que deben convertirse en temas de discusión en las comunidades, familias, movimientos eclesiales y espacios públicos, a fin de promover mayor conciencia y compromiso social.