La realidad del país en términos internacionales también deja mucho que desear. No tenemos aliados que realmente sean centrales, somos una nación periférica y por lo tanto no tenemos capacidad de presentar nuestros intereses como válidos o hacer valer también nuestros votos y decisiones en cenáculos internacionales.
Paraguay sigue hablando con personajes marginales. El canciller de la República no habla con Antony Blinken, sino habla con un tercero en la línea que dice que incluso la agenda latinoamericana es prácticamente intrascendente en el Departamento de Estado. Algunos dicen, como el caso de la diputada Celeste Amarilla, que Mario Adbo tenía que marcharse a Washington y arrodillarse ante Biden.
Estas y otras formas son manifestaciones desesperadas de una falta de política internacional acorde al peso que el Paraguay debería tener. Los taiwaneses nos han comprado las vacunas de la India, pero no han podido proveernos las dos millones de dosis porque también tienen un caso de emergencia local mucho más grande.
No sabemos establecer quiénes son nuestros aliados y, en consecuencia, no obramos como debe ser. Cuando deberíamos ser soberanos, somos sirvientes, como el caso de Itaipú, donde el titular Manuel Cáceres dice que no puede dar la información con respecto al manejo de los fondos porque Brasil no lo permite, cuando es de absoluta responsabilidad nuestra saber el dinero que tenemos que administrar y donde los colocamos.
Definitivamente, las entidades binacionales se manejan como feudos, como repúblicas al interior de nuestra República y se creen con derecho utilizando múltiples argumentos para no dar a conocer cómo dilapidan nuestros recursos.
