Por Cristian Nielsen
Parece increíble que haya pasado medio siglo del último alunizaje de humanos. Porque hace hoy exactamente 50 años que los astronautas Eugene Cernan, Ronald Evans y Harrison Schmitt llegaron a la Luna para completar la última de las misiones de su tipo.
Sólo abandonaron el módulo de mando los astronautas Cernan y Smitt, quienes tomaron contacto con la superficie lunar en el Taurus-Littrow, un valle rocoso situado en la cara visible del satélite. Los viajeros tenían su propio móvil, el Lunar Roving Vehicle o vehículo lunar itinerante con el cual realizaron recorridos programados durante tres días.
Por ser la ultima misión de su tipo hasta el presente, la Apolo 17 batió una serie de records en una disciplina que cuenta con limitadísimos competidores. Fue el alunizaje más largo, comprendió las actividades extra vehiculares totales más extendidas, recogió y condujo a la tierra la muestra lunar más grande (100 kilogramos) y redondeó la permanencia en orbita lunar tripulada más prolongada de la historia.
GENTE COMO UNO
La Apolo 17 también fue la primera misión lunar integrada por astronautas que no habían sido, previamente, pilotos de pruebas. Esto abrió la posibilidad de que futuros vuelos al espacio contaran con astronautas civiles sin una experiencia previa en el vuelo de aviones o artefactos espaciales.
El ultimo viaje a la Luna lo realizaron dos pilotos militares y un geólogo. Los astronautas Cernan y Evans tenían formación académica militar y ambos eran ingenieros eléctricos, ingenieros aeronáuticos y pilotos de combate. En cambio Smitt, oriundo de Santa Rita, Nuevo México, se había recibido de bachiller en ciencias en el Instituto de Tecnología de California para luego cursar geología en la Universidad de Oslo, Noruega. Su doctorado en la disciplina lo obtuvo en la Universidad de Harvard.
Esta formación académica marcó el camino de Smitt quien en 1965 se unió a la NASA que ya trabajaba en los primeros lineamientos del programa dirigido a llevar el primer hombre a la Luna, meta que se alcanzaría en julio de 1969.
“LA CANICA AZUL”
Por ser, hasta 1970, el único geólogo de alta especialización de la NASA, Smitt fue tenido en cuenta para las misiones que siguieron a la Apolo 11. Su trabajo se centró en preparar a las tripulaciones en métodos de observación del terreno con sensores remotos (estando en la órbita lunar) y en técnicas de prospección geológica estando ya en la superficie.
Finalmente, le llegó el turno a Smitt cuando el director de vuelo decidió incluirlo en la tripulación que sería lanzada en diciembre de 1972.
Además de geólogo y profesor, Smitt era un excelente fotógrafo. Llevaba a bordo, el día de la partida, una cámara Hasselblad con una lente Zeiss de 80 milímetros, con la que pudo tomar una de las fotografías más emblemáticas de la Tierra y la primera en la que se observa el planeta completamente iluminado.
Tan impactante fue su aparición en la escena de los vuelos espaciales que la NASA la nominó como “La canica azul”, casi un milagro de la técnica fotográfica. En misiones posteriores y con la aparición de la fotografía digital, fue posible ir construyendo una imagen total de la Tierra por superposición de distintas tomas. Pero ninguna de ellas alcanzó el grado de perfección artística que logró esta fotografía única, de la era analógica con químicos y celuloide.
Concurrieron, para el logro de esta toma histórica, varios factores naturales. Por un lado, a la hora del lanzamiento del Apolo 17, África estaba plenamente iluminada. Además, con el solsticio de diciembre acercándose, el blanco inmaculado de la Antártida brillaba espléndidamente. Como detalle adicional, el ciclón Tamil Nadu de 1972 comenzaba a enroscarse sobre el este de la India presentando su multicolor torbellino de nubes.
VOLVEREMOS
Aquella fotografía, aparte de dar la vuelta al mundo y constituirse en un icono de la Tierra vista desde el espacio exterior, fue un factor de disturbio entre los tripulantes del último desembarco lunar. La toma fue atribuida a la tripulación del Apolo 17 mientras que Smitt, autor del histórico click, pretendía atribuirse todo el mérito.
Pero el rifirrafe no llegó lejos. Correspondió al legendario director de vuelo del programa Apolo Gene Kranz -magistralmente llevado al cine por Ed Harris-, sellar la paz con aquello de “somos un equipo, vivimos y trabajamos como equipo”.
Ocurrió hace medio siglo. Ahora se escucha hablar de “volver a la Luna”.
Pero es otra época y otros hombres.
Una nueva aventura.