El debate sobre el día feriado trasladado del domingo al lunes ha generado también una serie de visiones en torno a lo colectivo.
Casi siempre, cuando se plantean cosas como éstas, aparece la cuestión de “si me favorece a mí está bien, si sale un grupo importante de gente perjudicada eso no me compete ni me interesa”.
Los griegos llamaban a éstos, iliotas, idiotas sería la palabra actual del idioma español, aquellos que sólo les interesa lo que es particular, lo que es individual, lo que es sectorial. Mientras el interés colectivo no tenga ese valor, la política no tiene sentido tampoco en democracia.
Lo que habría que pensar es qué es aquello que convenga a todos. El Paraguay pierde US$ 92 millones en un día no trabajado. Es una cifra importante que alguno dirá “pero eso no se distribuye entre nosotros o no chorrea a nosotros, así que le voy a castigar a mi patrón no yéndome a trabajar en un día feriado que me regala un gobierno”, que no necesariamente se distingue por su gran vocación de trabajo en favor de los intereses de la gente.
Y ahí aparece otro tercer elemento, que es la cuestión de cuál es el verdadero sentido del trabajo. Es una forma de dignificar. A lo largo de todo este tiempo gobiernos populistas en todo el mundo -y en especial en América Latina- han buscado agradar, halagar al soberano con una serie de propuestas populistas que lejos de mejorar las condiciones las han empeorado lo largo de todo este tiempo no sólo en lo económico, sino también en lo político y en lo social.
Debemos recuperar entre todos los paraguayos el entusiasmo por lo colectivo, basándonos en que aquello que conviene a todos es la mejor de las opciones individuales que podríamos tomar.
Mientras coloquemos los intereses de cada uno, los beneficios particulares de nuestro negocio o gremio en detrimento de todos, la política siempre será ocupada por pícaros, maleantes y malhechores.