A la espectacularidad del ataque contra personas en el Anfiteatro de San Bernardino, la notoriedad de una de las personas fallecidas, hay que agregar todo lo que trae consigo lo que parece ser una especie de presentación en sociedad y ante un gran público de la narcopolítica, la narcosociedad, a la que habría que aplicar una fuerte quimioterapia porque es un cáncer que cuando comienza a ingresar en el cuerpo termina acabando con él.
En el Paraguay hemos venido denunciando esta circunstancia de manera reiterada y las instituciones en vez de trabajar en conjunto para reducir su impacto se han complicado, en el sentido paraguayo del término, con estos agentes desestabilizadores de la sociedad. No sólo tiene un alto impacto en el ataque a las instituciones públicas, también lo tienen la tolerancia social. Hay muchos que dicen “Es un bandido, es un narco, pero invierte su dinero entre nosotros”. Eso ya hemos visto aquí, cuando enterraron a uno de los bandidos locales en la zona del chaco y también lo vivieron los mexicanos con el Chapo Guzmán y los colombianos con Pablo Escobar.
Cuando la sociedad considera que eso forma parte de su propia naturaleza, es que hemos perdido la batalla.
En el Paraguay después de lo acontecido en estos días en el Anfiteatro José Asunción Flores en San Bernardino, la reacción debe ser proporcional y, fundamentalmente, deben cortarse todos los tentáculos que ya tiene en otras cuestiones, como la investigación que solicitó al Ministro del Interior al expresidente Cartes.
Todo esto tiene que verse en un contexto amplio para poder entender la gravedad del problema y la urgente necesidad de aplicar quimioterapia social a este cáncer que tenemos.
