España no está bien y el motivo no es ni mucho menos la pandemia. Al inicio de 2021 se observó una nueva contracción en la economía del 0,9% y se espera que durante el presente año tenga una recuperación del 5%, una cifra muy lejos de lo recomendado por los expertos.
Entre los indicadores más sobresalientes, el desempleo sigue siendo la evidencia de un sistema injustificable e insostenible. En mayo 2021, el paro se ha situado en 3.653.900 personas y el paro juvenil en el 40%. Un verdadero drama social que tiene una explicación muy sencilla: los privilegios “feudales” de los adultos a costa del futuro de los jóvenes. Un modelo que condena la natalidad y el empleo juvenil no tiene ningún argumento de peso para sobrevivir.
En el plano financiero, los déficits presupuestarios han ido creciendo sin criterio, salvo el de mantener un modo de vida “ficticio”. Por otra parte, la deuda externa alcanza al 120% del PIB, una auténtica brutalidad en un contexto de finanzas saludables basadas en criterios económicos de justicia y responsabilidad social. “Que paguen los que vengan después nuestros caprichos, privilegios e ineficiencias de hoy” no parece ser un criterio político ético y sostenible, sino más bien la señal inequívoca del ocaso de una civilización cuando es incapaz de regenerarse. En el plano sanitario, la situación de la pandemia ha mejorado, por fortuna. El 38% de la población ha recibido al menos una dosis de la vacuna y la curva de contagios y de muertes está en claro descenso. La incidencia acumulada ha bajado, por el momento, hasta los 120 casos por 100.000 habitantes. Esta esperanzadora noticia, sin embargo, no devolverá la vida a los 100.000 fallecidos por una pésima gestión de la crisis del COVID-19.
En lo político, la gobernabilidad de España se apoya en partidos políticos que manifiestan públicamente la voluntad de separarse de España y en líderes políticos que han amparado o justificado el terrorismo cruel y sangriento de la causa independentista. En otras palabras, la unidad de España corre un serio peligro por la gestión negligente de un Gobierno débil que quiere premiar a los golpistas catalanes con el indulto, en contra del criterio jurídico del Tribunal Superior de Justicia. Un Gobierno, el español, sin brújula moral, pues indulta a los delincuentes a la vez que se esfuerza por querer meter en la cárcel a los ciudadanos activos Provida. Objetivo: cárcel para todos aquellos que participen en actividades que tengan como fin frenar el derecho al aborto. Sí, el mundo al revés, por cortesía del socialismo más radical.
En el plano internacional, la reciente crisis con Marruecos ha evidenciado los problemas de la inmigración ilegal y los graves daños a la seguridad ciudadana que genera un país sin fronteras seguras. Además, la postura de Estados Unidos, que se posicionó del lado de Marruecos en su conflicto con España, evidencia el poco peso que tiene España en el ámbito diplomático mundial, lejos de la época donde España era el invitado de honor y referente político europeo, junto a Tony Blair, en la América de George W. Bush.
Más allá de lo que dicen los medios de comunicación oficiales, que ofrecen una visión intencionalmente desfigurada de la realidad, España no está nada bien. El camino recorrido le ha llevado a vivir en carne propia el efecto destructor del socialismo, que, basado un falaz, arrogante e inmoral Estado de Bienestar, consume la riqueza generada por otros con una voracidad despiadada e insondable, que sienta las bases de un futuro caracterizado por la pobreza económica y la miseria moral.