El Banco de España ha sido contundente: España se enfrenta a una nueva contracción económica. A pesar de que el año pasado, el país ibérico había sufrido el mayor desplome de su economía en tiempos de paz, lo peor está por venir. Y no podía ser de otra forma, cuando se es gobernado por principios social-comunistas, que ignoran, con predeterminación y alevosía, las leyes del mercado y el potencial creativo de la libertad humana.
Alguno podrá cuestionar la autoridad del Banco de España, por proyecciones poco atinadas realizadas en el pasado. Pero lo cierto es que se trata del banco central nacional, el supervisor del sistema bancario español junto al Banco Central Europeo, con un equipo de funcionarios de excepcional valía que merecen todo mi reconocimiento. El endurecimiento de las medidas del gobierno para contener la tercera ola de la pandemia ha provocado un nuevo freno a la economía, que augura un horizonte oscuro para España, especialmente para el turismo, el transporte y la hostelería.
La inestabilidad política está marcando la agenda económica ahora mismo en España: es una mala noticia porque los agentes económicos huyen de las incertidumbres, y más aún cuando éstas son generadas por políticos que suelen tener intereses ajenos al bien común, por mucho que digan lo contrario algunos maestros de la mentira. El adelanto electoral al próximo mes de mayo en la Comunidad de Madrid, principal motor de la economía española, ha introducido una variable más en el difícil camino de la estabilidad y el crecimiento económico. Porque en función del resultado electoral no es descartable una crisis de gobierno mayor y un posible adelanto electoral a nivel nacional.