La comunicación es un elemento central de cualquier gobierno. Así lo entiende este presidente que acaba de cambiar a su secretario, más interesado en las cuestiones tecnológicas que en las cuestiones de comunicación.
La tecnología, finalmente, es una plataforma a través de la cual se comunica, pero cuando no existe capacidad de comunicar no se sabe lo que tiene que comunicarse.
Acontece lo que pasa con el actual ministro de Salud, quien dijo al principio de año que las vacunas estarían en la primera semana de febrero, después modificó las expectativas y pasó la fecha para la primera quincena. Estamos por cerrar la primera quincena de febrero y, en su deposición ante el Congreso, Mazzoleni dijo que no sabe cuándo llegarán las vacunas y tampoco tiene una idea concreta de cuántas personas podrán ser vacunadas en la estructura que actualmente tiene el Estado paraguayo.
O sea, cuando no se sabe lo que hay que comunicar, no hay mago que pueda hacer la transformación de hacer que la gente que escucha, que sigue, que lee realmente entienda que tenemos un gobierno que sabe lo que tiene que hacerse.
Se comunica mal porque se piensa y se actúa mal. Cuando tengamos los dos atributos iniciales y tengamos fundamentalmente sinceridad, cuando no tengamos tanta adhesión a la mentira, a crear falsas expectativas, a afirmar una cosa que no es cierta, pues entonces comenzaremos a desandar un camino mucho más confiable entre los mandantes y los mandatarios.
Es claro que la calificación de inútil a Mazzoleni puede sonar demasiado fuerte, pero cuando vemos la cantidad de recursos con que ha tenido para luchar contra el coronavirus y no ha hecho lo que tenía que hacer. Cuando compró y compró mal, cuando la corrupción se enseñoreó en su ministerio o cuando dice que vamos a comenzar a vacunarnos en una fecha que no se cumplió, es lógico que tengamos que afirmar de que el problema no es la comunicación, el problema es el comunicador.
